De vuelta a los Beatos, encendemos la chimenea y nos disponemos a mover los muebles de sitio (somos 20 nada menos).
Mientras, algunos hacen investigaciones por los bares del pueblo, que han visto llegar su Agosto con los forasteros perdularios.
Con la llegada de Carolina y Mariano, salimos a buscarles.
Hay que confraternizar con los lugareños.
Es un pueblo pequeño, y enseguida llenamos el local (que resulta ser del hermano de nuestro casero)
Algún caldito
caliente, fotos de toda la congregación, vinitos de la zona y vuelta a casa que hay que cenar y organizar la noche de mañana.
Pobre Minea, que aún no sabía por lo que iba a pasar.
Una
cena algo frugal (uffff, siempre
nos pasamos llevando manduca) y mientras los viciosos de siempre se
juegan los cuartos al mus... otros nos dedicamos a hacer tocas y a idear
la que nos espera mañana.
Tenemos velas, musica de los monjes gregorianos... Tocas para todas las perdularias
y alzacuellos para los perdularios.
Ya empezamos a reirnos solo pensar en la que tenemos preparada.
Y nos dan las 01,00 h ideando como convertir aquello en un convento.
Madre mia...
Hemos quedado con los que vienen de Madrid a las 11,00 de la mañana.
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