*Dedicado a Brais, que lleva seis años a mi lado.
Me saca a pasear, me mima y cuida... me protege de mi misma.
A Brais, mi mascota, mi amigo, mi perro
Los perros han formado parte de la historia de la humanidad
desde mucho tiempo antes de la palabra escrita.
Hallazgos hallados en el
antiguo templo de Gobekli Tepe, en Turquía, que datan de alrededor de 12.000
años a.C. han proporcionado a los arqueólogos la evidencia de la existencia de
perros domesticados.
Otra de las muestras que han puesto de relieve evidencias de
domesticación canina en la antigüedad, es la Tumba de Natufian, que data de
alrededor del 12.000 a.C., descubierta en Ein Mallaha, Israel, donde se
hallaron los restos de un anciano enterrado con un cachorro.
Estos hallazgos pertenecían a la cultura Natufiense del
Epipaleolítico Final y Mesolítico, posterior a la cultura Kebariense, que se
extiende por toda la zona del Próximo
Oriente, desde el Éufrates hasta Egipto y
los desiertos situados al sur.
Cronológicamente está situado entre el 10800 y
8300 a.C. aproximadamente (estas fechas no están calibradas; las calibradas,
menos comunes, sitúan el horizonte cultural entre el 12500 y el 9500 a.C.).
También aparecen referencias a perros domesticados en la
historia escrita más antigua: La Epopeya de Gilgamesh, conocido como Istubar,
el quinto rey de Uruk, un personaje legendario de la mitología sumeria escrita
en tablillas cuneiformes que se remontan a la época de la antigua Sumeria, del
2.150 a 2.000 a.C., en la que se hace
referencia a los siete perros de caza muy preciados que posee la diosa Innana,
que está enamorada de él.
Otro relato sumerio donde aparece el motivo mistérico del
descenso al inframundo de una deidad, seguido de su muerte, resurrección y el
ascenso hacia el mundo cotidiano, es el texto conocido como El Descenso de
Inanna, cuya antigüedad data de 1.775 a.C.
Este relato forma parte de un vasto ciclo de poemas, escrito
sobre tablillas en lenguaje cuneiforme que fue reconstruido a lo largo del
siglo XX por el famoso especialista en historia y lenguaje sumerio, Samuel Noah
Kramer quien a medida que se encontraron
y tradujeron más tablillas, fue recomponiendo el antiguo mito.
En ellos se ofrece la insólita visión de una diosa que
emprende con éxito tareas imposibles; no aparece como personaje secundario o
accidental, ni está considerado como una parte del relato de Gilgamesh.
En este
relato, la diosa Inanna desciende hasta los infiernos para encontrarse con su
esposo Dumuzi, que la espera con sus perros domesticados, que forman parte de
su séquito real.
Otra gran epopeya cultural que destaca de manera
significativa la importancia de los perros en la antigüedad, es el Mahabharata
de la antigua India (aproximadamente 400 a.C).
Este texto épico-mitológico hace referencia en la parte
final del relato, a la historia del rey Yudisthira, quien muchos años después
de la batalla de Kurukshetra, realiza una peregrinación a su lugar de descanso
final. En el camino le acompaña su familia y su perro fiel. Uno por uno los
miembros de su familia mueren por el camino, pero su perro se mantiene a su
lado.
Cuando finalmente, Yudisthira alcanza las puertas del
paraíso es acogido por la buena y noble vida que ha vivido, pero el guardián de
la puerta le dice que el perro no está permitido en el interior. Yudisthira se
sorprende de que a tan leal y noble criatura no se le permita subir a los
cielos, y decide quedarse con su perro en la tierra, o incluso ir al infierno,
en vez de entrar en un lugar donde no tiene cabida su perro.
Entonces el guardián de la puerta le dice a Yudisthira que
era sólo una última prueba de su virtud, y que, por supuesto, el perro era
también bienvenido.
Existen algunas versiones de este cuento que cuentan que el
perro se convirtió en el dios Vishnu, el preservador, que había estado
observando durante toda su vida a Yudisthira, vinculando así la figura del
perro directamente con el concepto de Dios.
La relación del perro con los dioses y la lealtad de los
perros hacia los seres humanos se analizan con más detalle en otras culturas.
En el antiguo Egipto, el perro estaba relacionado con el dios chacal Anubis, quien guiaba el alma del difunto hasta la Sala de la Verdad, donde el alma era juzgada por el gran dios Osiris.
Los perros domesticados fueron enterrados con grandes
ceremonias en el templo de Anubis en Saqqara, lo que nos sugiere que estos
actos se realizaban para propiciar y ayudar a los perros fallecidos a pasar
fácilmente a la otra vida (conocida en Egipto como el Campo de los Juncos)
donde podrían seguir disfrutando de su vidas como lo habían hecho en la tierra.
Numerosos restos arqueológicos revelan que los perros
ocupaban un destacado lugar en la vida de los antiguos egipcios. Los perros
eran muy apreciados en el antiguo Egipto (en egipcio antiguo iu, o también
tyesem) y formaban parte de la familia.
Cuando un perro moría, la familia, si podía permitírselo
económicamente, momificaba a su perro con el mismo cuidado que a una persona de
la familia y mostraba su duelo afeitándose las cejas en señal de dolor (ritual
que también seguían tras la muerte de sus gatos).
En la famosa Tumba
del faraón Ramsés hay pinturas que lo representan con sus perros de caza
(posiblemente en el Campo de los Juncos) y los perros a menudo eran enterrados
con sus amos para seguir haciéndoles compañía en el más allá.
El célebre historiador griego Heródoto de Halicarnaso, que
visitó Egipto a mediados del siglo V a.C., subrayó que «los animales domésticos
eran abundantes» y dio testimonio de la gran desolación que la muerte de una
mascota producía entre los habitantes de la casa; éstos se depilaban las cejas
en signo de aflicción cuando moría su gato, y se afeitaban todo el cuerpo,
incluida la cabeza, si el que moría era un perro.
En el Decreto de Micerino (Dinastía IV del Imperio Antiguo
de Egipto) en la inscripción de Debhen se dan las órdenes para el entierro del
perro del Faraón:
“El perro guardián de Su Majestad. Abuwtiyuw es su nombre.
Su Majestad ordenó que se le enterrara, que se le diera un ataúd de la Hacienda
Real, lino fino en gran cantidad e incienso. Su Majestad dio ungüento perfumado
y [ordenó] que se construyera una tumba para él por los albañiles. Su Majestad
hizo esto para él, con el fin de que pudiera ser honrado “.
En la actualidad se han podido descifrar los nombres de los
antiguos perros egipcios representados en estelas, relieves y en preciosos
collares. Entre estos nombres destacan
algunos como “El Valiente”, “Confiable”, “Buen Pastor”, “Viento del Norte”,
“Antílope” e incluso “Inútil”. Algunos nombres tienen su origen en el color del
manto de los perros, como “Negro”, mientras que a otros perros se les ponen
nombres de números, como “El Quinto”.
Muchos de los nombres que llevaban los perros en Egipto
representan muestras de cariño, mientras que otros transmiten las habilidades o
capacidades de los perros. Sin embargo, igual que en la actualidad, se hacían
referencias negativas a los perros debido a su naturaleza como siervos de los
hombres. Algunos textos incluyen referencias a los presos como “el perro del
rey”.
A la inversa, el perro también podía convertirse en un ser
despreciado por ese sometimiento, y su conducta servil, y era considerado sinónimo
de esclavo, de una cosa animada.
Los enemigos prisioneros, ante los faraones victoriosos,
fueron más de una vez obligados a repetir la frase “Nosotros somos en realidad
sus perros”. Similar calificación se la
adjudicaría un artesano, que vivió en la desértica aldea de Deir-el-Medina,
cerca de Tebas, quien por un error en su trabajo, dijo: “El buen faraón debiera
tratarme como a los perros callejeros”.
Criados en caniles de paredes de adobe que se construían
separados de la casa, el cuidado y entrenamiento de los perros era asignado a
personas especializadas en el oficio. Los adiestradores caninos según hallazgos
recientes, poseían incluso una organización sindical propia.
Los egipcios contaban con campos de recreo para sus perros,
donde los adiestradores los soltaban a fin de que, en juegos preparatorios,
buscaran y trajeran cebos de cuero de conejo o de antílope.
Es evidente que el perro era una parte importante de la
sociedad y de la cultura egipcia, pero también lo era en la antigua Grecia.
El
perro aparece en la literatura griega desde el principio con la figura del
perro de tres cabezas, el Can Cerbero quien guardaba las puertas del Hades.
Un ejemplo de esto en el arte es la cerámica de figuras
negras que representan a Hércules y Cerbero en una hidria que data de 530-520
a.C. (vasija que actualmente se encuentra albergada en el Museo del Louvre en
París).
En Grecia, igual que en la antigua Sumeria, el perro es asociado con la
diosas y ambas diosas, Artemisa y Hécate poseían perros (Artemisa tenía perros
de caza, mientras que Hécate tenía perros molosos de color negro).
La mitología greco-latina hace referencia a la fiereza de
estos perros y abundan ejemplos como Artemisa, la Diana cazadora de los
romanos, hija de Júpiter, llamó a sus perros para que devoraran a Arteón,
cuando éste entró a sus aposentos y la sorprendió bañándose desnuda, una forma
ingeniosa de eliminar un inesperado
visitante..., del mismo modo Ares (Marte), dios de la guerra y de las
tormentas, seguido de sus molosos, “genios voraces y carniceros”, siembra la
muerte y la destrucción.
Se denomina escuela cínica (del griego κύων kyon: ‘perro’,
denominación atribuida debido a su frugal modo de vivir) a la fundada en la
Antigua Grecia durante la segunda mitad del siglo IV a. C., y a sus seguidores se les llamaba “Kynikos”
(similar al perro), en parte debido a su determinación de seguir un solo camino
con lealtad y sin desviarse.
El gran filósofo y fundador de la escuela cínica, Antístenes
enseñaba en una localidad conocida como Cinosargo (el lugar del perro blanco) y
esto, tal vez, es el origen de su nombre.
Probablemente el perro más famoso de la historia de la
antigua Grecia fue Argos, el amigo fiel del rey Odiseo de Ítaca del (Libro XVII
de la Odisea de Homero, 800 a.C.).
El héroe Ulises llega a casa después de estar ausente
durante veinte años y, gracias a la ayuda de la diosa Atenea, no es reconocido
por los hostiles pretendientes que tratan de ganarse los favores de la esposa
de Ulises, Penélope, para casarse con ella. Argos, sin embargo, reconoce de
inmediato a su amo, y mueve la cola en señal de saludo.
Al llegar a las puertas de su palacio, Odiseo vio con enorme
tristeza a su viejo perro Argos, el cual yacía sobre un cerro de estiércol.
Odiseo mismo había tomado con sus manos a este hermoso animal cuando todavía
era un cachorro, poco antes de partir hacia Ítaca y sus ojos se llenaron de
lágrimas al verlo en tan lamentable situación.
El noble animal fue capaz de levantar su cabeza y ver a su
querido amo y lo reconoció inmediatamente, a pesar del tiempo transcurrido. Con
las pocas fuerzas que le quedaban, Argo pudo bajar las orejas y mover la cola
en señal de reconocimiento y cariño hacia Odiseo, para luego morir con la
felicidad de haber visto nuevamente a quien también era su rey.
En esto, como en la historia en el Mahabharata, la
legendaria lealtad de los perros está representa exactamente de la misma
manera.
Aunque separados por diferentes culturas y cientos de años, el perro
sigue siendo la figura leal, fiel a su amo, tanto si éste le devuelve esa
devoción, como si no.
En la antigua Roma, al perro se le percibe de la misma
manera, y el famoso mosaico Cave Canem (Cuidado con el perro) es una excelente
muestra del aprecio que se le tenía a los perros en la antigua Roma donde eran
utilizados como guardianes de las casas igual que lo habían sido en las
culturas anteriores y siguen siendo hoy en día.
Los romanos eran tan aficionados a la caza como los griegos,
aunque no tenían muy claro las diferencias entre las razas caninas y en
cuestiones de sugerencias de la época para la crianza, el sabio Varrón
mencionaba en su obra didáctica De re rustica consejos al adquirir perros para
ser utilizados en el pastoreo no
educarlos con carniceros o cazadores, sino con un pastor porque los perros de
los carniceros pueden atacar al ganado y
los entrenados por los cazadores al ver una liebre o un zorro lo
relacionaban con la caza y abandonaban a los animales en persecución de la
presa que se les presentaba.
El gran poeta latino Virgilio, escribió: “Quien tiene perros
guardianes nunca deberá temer a los ladrones de medianoche” (Geórgicas III,
404), y en un pasaje digresivo sobre el poder del amor en el reino animal en su
Libro III “Las Bucólicas”, cita la famosa sentencia “Amor omnibus idem”, “el
amor es igual para todos”, donde trata sobre los cuidados que requiere el
ganado, y la atención a los perros guardianes en la vida rural.
También el escritor y militar Marco Terencio Varrón, en su
obra sobre la vida en el país, (De Rerum Rusticarum I.21) comenta que cada
familia debería tener dos tipos de perros: un perro de caza y un perro
guardián.
A los largo de la historia, y desde los albores de la
humanidad las antiguas civilizaciones que surgieron en el Valle del Indo, los
antiguos sumerios y los egipcios, mantenían lazos profundos de afecto y de
trabajo con sus perros y, como se ha visto, estos vínculos también era comunes
en los tiempos de la antigua Grecia y Roma.
Los antiguos griegos pensaban que los perros eran auténticos
genios.
Platón se refirió al perro como un “amante de la educación” y una
“bestia digna de admiración.” Sócrates
(según Platón) también era aficionado a los canes, llamando al perro, “un
verdadero filósofo”.
Miguel de Cervantes Saavedra escenificó la conversación entre
dos perros, llamados Cipión y Berganza en uno de sus relatos pertenecientes a
sus “Novelas Ejemplares”, titulado “El coloquio de los perros”.
Mientras que otros animales han sufrido cambios radicales en
la forma en que han sido percibidos a través de la historia (sobre todo los
gatos), el perro se ha mantenido siempre como un constante compañero, amigo y
protector, y ha sido retratado de esa manera a través del arte y en los
escritos de todas las culturas antiguas.
Fuente: “Dogs in the Ancient World”, escrito por
Joshua J. Mark
http://perros.mascotia.com/razas/historia-del-perro/el-perro-en-roma.html
Enrique L. Fernández De Vanna
* Enciclopedia Canina: Ediciones Anessa/Rizzoli. Italia.
* Enciclopedia del Perro: Ediciones Urmo S.A. España.
* Enciclopedia del Perro: CDware Multimedia. España.
* Historia Universal: Enciclopedias Audiovisuales Visor. Argentina
* Atlas de la Historia Universal. The Times/ Clarín: Editorial Santiago. Chile
Dioses y bestias: animales y religión en el mundo antiguo. Eduardo
Ferrer Albelda. Universidad de Sevilla, 2004.