Después de comer, y descansara un poco, volvemos a la calle de la Puebla.
Irene Teresa Mañas Romero, profesora de Historia Antigua nos va a hablar sobre
ARTISTAS Y ARTESANOS DE POMPEYA
La
erupcion del Vesubio tuvo como consecuencia el abandono y el olvido de la
Antigua Pompeya.
Sin
embargo, esta tragedia supuso también la conservación en un estado casi
inmejorable de la ciudad, que permaneció durante siglos preservado por una
espesa capa de cenizas.
Las
ruinas de Pompeya se convirtieron así en una oportunidad única para conocer de
primera mano cómo era la vida en una ciudad romana de mediano tamaño.
Pompeya
sorprende al ofrecer una visión íntima y poco frecuente de la vida diaria de
los romanos.
La
destrucción que causó el volcán se produjo, además, de forma tan rápida y
repentina que no sólo es posible estudiar con detalle los edificios públicos y
privados de la urbe, sino que se puede asimismo indagar en otros aspectos de la
vida cotidiana, como los utensilios, el mobiliario, los ropajes o la comida y
sobre todo en los trabajos y oficios de sus gentes.
Así,
hemos podido conocer que el
trabajo artesanal solía realizarse en talleres. Sabemos incluso, que algunos
llegaban a reunir hasta 70 trabajadores.
No debemos olvidar que también se realizaban
trabajos domésticos como la panadería, confección, etc. elaborados en su
mayoría por los esclavos en las grandes casas señoriales, alcanzando algunas a
ser autosuficientes.
Normalmente existían dos tipos de talleres: los
destinados al consumo local que producían objetos menos elaborados y más
baratos y los destinados a la exportación que servían productos sofisticados y
a precios elevados.
Los talleres solían ser propiedad de hombres
libres mientras que la mano de obra era en su mayoría esclava.
Tejidos, vidrio, calzados, monedas, carámica,...
todo tipo de productos podía encontrarse en la mayoría de las ciudades del
Imperio, ciudades que debían su urbanismo y la edificación a un amplio número
de artesanos que demostraron su buenas maneras.
El trabajo en la construcción solía ser
realizado por hombres libres aunque también encontramos esclavos y asalariados.
La mayoría de los artesanos se unían en
"collegia" para la defensa de sus intereses, germen de los gremios
medievales.
Los collegium
fueron entidades que agruparon a hombres libres o esclavos
manumitidos de la misma profesión con fines de socorros mutuos y que operaban
en el derecho privado como entes susceptibles de adquirir derechos y contraer
obligaciones.
En sus
inicios, su estructura no estaba reglada y no requerían autorización estatal
para su reconocimiento. Posteriormente, fue necesario contar con un estatuto
que circunscribiera su accionar a un fin lícito y obtener autorización estatal,
además de algunos requisitos
Fueron de dos clases:
profesionales, religiosos y políticos.
Los collegium
profesionales comprendieron oficios de diversos géneros: comercios, militares,
artesanos, plateros, cobreros, carpinteros, tintoreros, panaderos, alfareros,
zapateros, trabajadores de las telas y pieles, músicos, entre otros.
Coexistieron con los collegium; los colegios compitalicianos (cofradías de carácter religioso) y las sodalitias, cofradías de carácter político que llegaron a establecerse en cantidades importantes, algunas desviándose del fin al que estaban orientadas y para el cual se constituyeron.
Posteriormente, en el año 57 a.C. fueron restablecidos.
En el 54 a.C. con la sanción de
la Lex licina de sodaliciis se prohibió su creación, dejando subsistentes los
constituidos con anterioridad a la fecha mencionada.
Con la sanción de la Ley Iulia de Collegis de Augusto, se exigió la autorización estatal, proveniente
del senado o del emperador.
La extinción de la personalidad jurídica de las asociaciones en
general, se producía por la desaparición de sus socios, por acuerdo de
voluntades, por conseguir el fin que se habrían propuesto al conformarse y por decisión
estatal
Los collegium
subsistieron hasta la caída del Imperio Romano de Occidente.
A partir de esa época fueron decreciendo hasta su desaparición.Para cerrar el día central del curso, Pilar Fernández Uriel.
Profesora de Historia Antigua de la Uned y algo más que una MAESTRA para algunos de nosotros.
Especialista en Roma, nos va a hablar del sueño de Nerón:
NOVA ROMA Y DOMUS AUREA.
LA PASION DE UN CÉSAR
La Domus Aurea (literalmente, en latín, Casa de Oro) era un grandioso palacio construido por el emperador Nerón en Roma tras el gran incendio del año 64. Ocupaba, según se ha calculado, alrededor de 50 hectáreas entre las colinas del Palatino y el Esquilino.
Inacabada a la muerte de Nerón y dañada por el incendio del 104, la Domus Aurea fue cubierta con escombros por orden del emperador Trajano, una medida que a la larga aseguró su conservación al evitar el habitual pillaje de materiales valiosos que afectó a otros edificios como el Coliseo.
Al menos una parte de las estancias del palacio permaneció desconocida hasta el siglo XV, cuando se halló casualmente el acceso a una de las bóvedas tapadas bajo tierra. Las decoraciones murales descubiertas entonces fueron la inspiración del motivo de grutescos que se hizo habitual en el Renacimiento. La palabra grutesco deriva de gruta, en alusión a las ruinas subterráneas de la Domus.
Los restos encontrados en las posteriores excavaciones muestran un buen estado de conservación, y sus pinturas son particularmente bellas. Sin embargo, limitaciones presupuestarias han impedido durante décadas la conservación adecuada del conjunto, que ha sufrido grietas y humedades que hacían peligrar su sustentación y que desaconsejaban el acceso del público. A raíz de dichas grietas y de la filtración del agua, el 30 de marzo de 2010 parte del techo de una de las galerías del complejo, alrededor de 60 metros2, se vino abajo. Afortunadamente en el momento del colapso no había turistas en el sitio.
La construcción de la Domus Aurea (Casa
Dorada) ha sido considerada como la empresa más extravagante de toda la
historia de Roma. Cuando dos tercios de la ciudad
fueron carbonizados por el gran incendio de 64, el emperador Nerón se sirvió del
espacio “libre” para construir su nuevo palacio.
Construída en muy poco tiempo
—Nerón se suicidaría en el 68 pero antes pudo disfrutar ampliamente de sus
estancias— la enorme cúpula dorada que le dio nombre no era más que uno de los
muchos elementos extravagantes de su decoración: había oro por todas partes,
techos estocados con piedras semi-preciosas y remates en marfil, mosaicos de
acabado preciosista, piscinas y fuentes por doquier, un lago artificial…
La mayoría de las paredes estaban cubiertas de frescos, que trataban diferentes temáticas para cada uno de los grupos de estancias; las habitaciones, rematadas en mármol blanco perfectamente pulido, con formas que jugaban con la luz y la concentraban o dispersaban al antojo de los arquitectos. Había piscinas en muchos de los suelos, y fuentes que repicaban agua en todos los pasillos.
Nerón mostró gran interés en cada pequeño detalle del proyecto, según los Anuarios de Tácito, y supervisó en todo momento a los dos arquitectos principales del complejo, Severo y Céler. En definitiva, la Domus Aurea radiaba un lujo nunca visto hasta entonces.
La Domus Aurea
ocupaba, según se ha calculado, alrededor de 50 hectáreas entre las colinas del
Palatino y el Esquilino, en total un área 25 veces la del coliseo, y contaba
con nada menos que 300 habitaciones.
También tenía viñedos,
campos de maíz, bosques y un lago artificial en el actual emplazamiento del
Coliseo romano. Al parecer, se trataba de una villa dedicada exclusivamente a
fiestas, ya que ninguna de las 300 habitaciones servía de dormitorio. Más
extraño todavía es que aún no se ha encontrado una sola cocina o
letrina en todo el complejo.
Severus y Céler
utilizaron técnicas muy innovadoras. Nada más entrar los invitados podían
maravillarse con una cascada de agua que parecía venírsele encima pero que en
el último momento desaparecía por un canal a sus pies. El palacio contaba con
magníficos vestíbulos y columnatas, bibliotecas e innumerables piscinas y baños
con piletas de plata surtidas de agua de mar o de distintas aguas minerales.
Los frescos cubrían
cualquier superficie que no lo estuviera ya por oro o piedras preciosas
Tras la muerte del
emperador, la Casa Dorada pasó a ser una molesta extravagancia para sus
sucesores. Fue desmantelada de mármoles, piedras preciosas, oro y marfil en
unos pocos años.
Poco después, el palacio y sus alrededores, que englobaban un
área de 2.6 km², fueron totalmente enterrados y se procedió a construir en la
nueva capa de tierra: Vespasiano construyó su Anfiteatro Flaviano (luego
Coliseum) sobre el anterior sitio del lago de la Domus Aurea, los Baños de
Trajano y el Templo de Venus y Roma fueron también construídos en el nuevo
estrato.
En un plazo de 40 años, la Domus Aurea había desaparecido
completamente de la superficie, pero paradójicamente esto hizo que sobreviviera
el paso de muchos siglos, principalmente sus frescos al tener unas condiciones
—humedad prácticamente nula, aislada de la intemperie— idóneas para su
conservación.
Se dice que Nerón
solicitó al escultor griego Zenodorus una colosal (35m de alto) estatua de
bronce, que colocó en la entrada de la Domus Aurea.
Algunos historiadores
dicen que se trataba de una escultura del mismo Nerón (Colossus Neronis), otros
creen que desde el principio representaba al Dios Sol.
Parece que nunca se
sabrá a ciencia cierta dado que posteriores emperadores le cambiaron el rostro
a la estatua. Suetonius, biógrafo de Nerón y que nació unos pocos años después
de la muerte del emperador, es el único que hace referencia a “una colosal
estatua del emperador”. Pero no dice que se llegara a erigir en la entrada de
la Domus Aurea.
Otro cronista de la
época, Plinio el Viejo (23-79), sí que dice que la estatua representaba a
Nerón, pero bien pudiera ser una opinión expresada por los muchos detractores
de Nerón, que quisieron denigrar su imagen al máximo tras su muerte. Plinio
presenció los trabajos de Zenodorus, pero no dice que se finalizaran en la
época de Nerón. El historiador Dio Cassius, del siglo III DC, dice que el
emperador Vespasiano fue quien erigió el coloso muchos años después de la
muerte de Nerón, pero no en la Domus Aurea sino que en la Vía Sagrada. Por todo
ello es poco probable que Nerón viera la colosal estatua de bronce delante de
su magnífico palacio.
Finalmente, Trajano
hizo trasladar la estatua al lado del Coliseo (de ahí éste tomó su actual
nombre), y finalmente fue destruída en el siglo IV tras una incursión de los
bárbaros.
Algunas de las
extravagancias de la Domus Aurea tuvieron repercusión en el futuro.
Los arquitectos
diseñaron dos de los principales comedores flanqueando una estancia octogonal,
coronada por una cúpula con un oculus central que dejaba entrar la luz.
Probablemente se trató del primer uso de una cúpula que no estuviera destinada
a un templo dedicado a los dioses, como el del Panteón.
Otra innovación tendría una enorme influencia en el arte futuro: Nerón situó
mosaicos en los techos, cuando hasta entonces su uso se había restringidos a
los suelos. Sólo han sobrevivido algunos fragmentos, pero la técnica fue
copiada extensivamente, convirtiéndose en una característica fundamental del
arte cristiano, como se puede ver en varias iglesias de Roma, Ravena, Sicilia y
Estambul.
La Domus Aurea ha
luchado contra el tiempo desde que, a finales del siglo XV, un paseante cayera
por una grieta del Palatino y se rompiera una pierna. El hombre quedó cojo,
pero descubrió unas “grutas” fascinantes, llenas de pinturas y colores.
La pasión por las
“grutas” contagió de inmediato a los principales artistas y tuvo un potente
impacto sobre la estética renacentista: Rafael, Miguel Ángel y Pinturicchio
fueron algunos de los que se descolgaron con cuerdas para observar la
decoración neroniana y para dejar, como buenos turistas, su firma.
Para
entonces, las pinturas eran una celebridad, y su aparición coincidió con el redescubrimiento
de la Historia Clásica, tan de moda en el Renacimiento.
Es entonces cuando se
denominó a algunas de sus escenas bajo el calificativo de grotesco, y éste
estilo pasó a formar parte de la historia del arte.
En los siglos
siguientes prosiguieron las incursiones y los autógrafos: Giacomo Casanova y el
marqués de Sade inscribieron sus nombres en la misma pared, a pocos centímetros
uno del otro. Pero con la gente entró el aire, y con él, la oxidación y el
deterioro de los frescos.
http://www.artehistoria.jcyl.es/v2/monumentos/909.htm
http://www.3viajes.com/la-domus-aurea-de-neron/