Con tanta conspiración nos está dando hambre…
Algunos marchan a llenar sus aún sorprendidos estómagos (es
increíble el paralelismo entre la Historia antigua y la actual) y otros nos
vamos al Hotel… al menos para hacernos cargo de nuestra habitación.
Ese será el caso de la que suscribe, que aprovechará para
tomar algo en una tasca cercana al hotel y de paso poner en orden sus trastos.
Hemos quedado en volver a las 16.30 h y aún me da tiempo a
compartir un café con algunos.
Tomamos fuerzas y seguimos.
Esta vez con Pilar Fernández Uriel (nuestra querida y amada
“Seño”) que nos va a seguir contando cosas sobre Roma.
Esta vez de la época del Imperio. No en balde su ponencia se
llama:
¡¡¡MUERTE AL EMPERADOR!!!
El asesinato de César en los Idus de Marzo del 44 a.C. es
sin duda el magnicidio sobre el que más se ha escrito y se escribirá.
Pero no será el único magnicidio de la Roma Antigua.
Llama poderosamente la atención la cantidad de césares
romanos que tuvieron un fin trágico, una muerte violenta.
Se dice que una cuarta parte de los cesares murieron
asesinados, ajusticiados o fueron empujados al suicidio.
Durante el siglo I dC se dan 13 emperadores de los que 7 son
asesinados, ajusticiados o “suicidados”
A la muerte de Augusto en el 14 d.C., es elegido Tiberio,
casado con su hija Julia, al que Augusto había adoptado por no tener
descendientes varones.
Con él se inicia la dinastía Julio Claudia que afirmará el
carácter oligárquico del poder.
Gran emperador, algo cansado, pasará sus últimos años en la
isla de Capri.
A su muerte (precedida por una serie de asesinatos en familia)
le sucede Calígula, hijo de Agripina.
Famoso por sus locuras y su crueldad, también será asesinado
sucediéndole Claudio, envenenado por su propia esposa y sucedido por un hijo de
ésta de un matrimonio anterior, Nerón.
Nerón es un personaje controvertido, cuyos primeros cinco
años de gobierno se ven plagados de obras gigantescas, viajes a Grecia en
nombre de las artes, juegos quinquenales…
Acusado de ser el instigador del Incendio de Roma que
libraría a esta de los barrios marginales; también de ordenar el suicidio del
filósofo Séneca, su maestro y consejero.
A su vez sería obligado a suicidarse aplicándole la
“damnatio memoriae”, la prohibición de nombrársele y la destrucción física de
sus obras, como la Magnífica Domus Aurea, sobre la que se edificaron termas.
Con Nerón termina la dinastía Julio Claudia.
En el año 69 d.C. se suceden en Roma cuatro emperadores.
Su rivalidad sumió a la Ciudad Eterna en el Caos y dejó al
futuro un clarificador ejemplo de la avaricia humana.
Servio Sulpicio Galba fue el primero de los cuatro
emperadores que ocuparon el trono ese año.
Con una brillante carrera política, alcanza el consulado en
el 33, gobernando con posterioridad Germania y siendo procónsul en África.
Proclamado emperador marchó sobre Roma con el apoyo de Otón,
que al no ser nombrado su sucesor le organizó un complot. Tras siete meses de
gobierno, Galba fue asesinado en el foro, dejando al Imperio sumido en una
Guerra Civil.
Marco Salvio Otón era el mejor amigo de Nerón.
Su niñez y adolescencia transcurrió en Palacio.
El problema
surgió cuando su mujer Popea Sabina, se convirtió en amante de Nerón. Otón la
repudió y se la cedió a su amigo.
En plena Guerra Civil los ejércitos romanos estaban divididos
en dos:
Oriente apoyaba a Otón y Occidente a Vitelio.
En la batalla
de Bedriacum las legiones de Vitelio infligirán una severa derrota a las tropas
de Otón. Esto hizo que él se retirara alicaído a su tienda, donde apareció
muerto, con un puñal en el corazón a la mañana siguiente. Se había suicidado.
El Senado sancionó Emperador a Aulo Vitelio Germánico.
Fue el mayor recaudador de impuestos de toda la Historia de
Roma.
Al que no pagaba impuestos, Vitelio lo encarcelaba y hacía
torturar durante una semana horrenda.
Como no podía ser de otra manera, el mismo pueblo lo linchó
y colgó de una columna boca abajo.
Tito Flavio Vespasiano le sucede, siendo el primero de una
dinastía que gobernaría el Imperio hasta el año 96: la dinastía Flavia.
El reinado de su hijo Domiciano, que sucederá a su hermano
Tito, ha sido considerado de manera muy negativa para los historiadores.
Persona ruda y autoritaria, se enfrentó a la corrupción y
trató de solucionar la crisis agraria que afectaba al País.
Una serie de conspiraciones por parte de la aristocracia
romana, una serie de represalias y un complot, en el que estaba implicada su
propia esposa, acabaron con su vida. Fue asesinado en el año 97.
Un café para reponernos de tanta muerte, unas fotos al
claustro del edificio tan imponente que nos acoge y continuamos con la última
ponencia del día.
Marta Bailón García, profesora tutora de la UNED nos plantea
un nuevo tema:
La prefectura del
pretorio como instrumento de intriga y alianza.
Los casos de SEJANO y
TIGELINO.
Antes de nada, vamos a recordar que el prefecto era
un oficial del Imperio romano y de la República romana.
Sus atribuciones
abarcaron tanto el ámbito militar como el civil. El prefecto de Roma o prefecto
de la ciudad (del latín praefectus urbis) asumía en la Antigua Roma las
funciones del rey en ausencia de éste.
El Prefecto se consideraba un hombre de
plena confianza del emperador, ajeno a las órdenes de otros mandos militares y
que tenía como misión dirigir como fuerza de élite la Guardia Pretoriana.
Valga este recuerdo para remarcar el gran poder que podía llegar
a tener el prefecto del pretor, y en especial los dos personajes que ahora nos
ocupan.
Lucio Elio Sejano. Prefecto del Pretorio durante el
gobierno del emperador Tiberio, puesto que ocupó hasta su muerte. De una sed
inmensa de poder, la cual lo llevó a conspirar para traicionar al emperador y
envenenar al hijo de éste (Julio César Druso).
Debido a la importancia e influencia de su cargo, Sejano se
convirtió rápidamente en un asesor y consejero de confianza de Tiberio,
llegando a ejercer gran influencia sobre las decisiones que tomaba el emperador,
retirado en la Isla de Capri.
Tanto él como sus seguidores gozaban de
privilegios en el Senado, lo que le fue sumando detractores dentro del Senado y
la alta sociedad. Tal fue el caso del hijo del emperador, Julio César Druso.
El emperador delegaba cargos en su hijo, pero Sejano ya se
había convertido en su mano derecha. Sejano sedujo a la esposa de Druso,
Livila, y entre los dos conspiraron en su contra, Livila envenenó letalmente a
Druso.
La muerte de su hijo frustró personal y políticamente a Tiberio, por lo
que fue delegando poco a poco su poder en Sejano.
Sejano controlaba incluso la
correspondencia entre el Senado y Tiberio.
Sejano inició una serie de juicios
por la ciudad, mediante los cuales eliminaba a sus enemigos políticos a los que
proscribía aumentando el tesoro del estado y su propia fortuna.
Sejano
compartió el consulado con Tiberio “In Absentia”.
El emperador no había
aparecido por Roma desde 26, y Sejano se convirtió en el gobernante de facto
del Imperio.
Los senadores y los caballeros lo trataban como si fuera tal. Su
cumpleaños se celebraba por las calles de Roma y se erigieron estatuas en su
honor.
Tras aplastar a sus opositores políticos, la posición de Sejano se tornó
prácticamente intocable.
Parece ser que cuando Tiberio tuvo noticias de que Sejano
había usurpado su autoridad en Roma, tomó de inmediato medidas para expulsarlo,
pero se dio cuenta de que condenarlo podría iniciar una rebelión armada.
El
emperador emitió una serie de cartas contradictorias al Senado en algunas de
las cuales elogiaba a Sejano y a sus seguidores y en otras los condenaba.
La
confusión resultante de las acciones del emperador hizo que muchos de los
partidarios de Sejano lo abandonaran hasta que el asunto se aclarara.
En 31 Sejano fue detenido y se lo condenó a muerte.
El
Senado emitió un “Damnatio memoriae” sobre él y por tanto se destruyeron todas
las estatuas que se habían erigido en su honor y su nombre desapareció de todos
los registros públicos.
El Senado celebró una sesión en el Templo de la
Concordia y lo condenó formalmente.
Sacaron a Sejano de la cárcel y lo
estrangularon, su cuerpo fue arrojado por las Escaleras Gemoniae, donde una
multitud enfebrecida lo desgarró en pedazos, para después arrojarlo al Tíber.
Cayo Ofonio Tigelino fue el prefecto del pretorio de
la guardia imperial romana conocida como la Guardia Pretoriana durante gran
parte del reinado del emperador romano Nerón (62 - 68)
Su proximidad con Agripinila le permitió entrar en contacto
con su joven hijo Nerón.
Se mantuvo muy próximo a este último tras su ascenso
al trono en 54, fue de esta manera como obtuvo el favor de Nerón, con el que
compartía vicios y crueldades, en 62 se le promovió a la prestigiosa prefectura
del pretorio de la Guardia Pretoriana.
La influencia de Tigelino creció a medida que todos los
antiguos asesores del Príncipe, como Sexto Afranio Burro y Séneca,
desaparecieron de la escena política.
Nerón lo honró permitiéndole organizar un
suntuoso banquete en 64, y luego se hizo célebre por las orgías que organizaba
en la ciudad, y fue sospechoso de causar directa o indirectamente el Gran
incendio de Roma por orden del emperador.
En 65, durante la investigación destinada a abortar la
conspiración de Cayo Calpurnio Pisón, él y Popea Sabina formaron una especie de
consejo imperial.
Al desbaratar la conspiración de Pisón, Tigelino le probó su
lealtad.
Desde entonces, vigiló que todos los potenciales adversarios de Nerón
fueran eliminados.
Al igual que Séneca, Petronio o Corbulón, varios senadores
cayeron sin que su participación en la conjura haya sido claramente
establecida.
Tigelino ganó popularidad en Roma gracias a su crueldad.
Cuando se hizo evidente que Nerón iba a caer, Tigelino
desertó del bando del emperador y se unió a Galba. Lamentablemente para
Tigelino, el breve gobierno de Galba fue rápidamente sustituido por el de Otón
Otón decidió ganarse la simpatía del pueblo, ejecutando a un
ser tan odiado por el pueblo, como era Tigelino. Cediendo a los pedidos de
quienes pedían su cabeza, Otón forzó a Tigelino, retirado en las termas de
Mondragone, a poner fin a sus días. Cuando recibió noticias de que Otón le
había condenado a morir, se degolló.
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