La medicina en el antiguo Egipto se enseñaba en las casas de la vida
adjuntas a los templos.
En ellas se realizaban los cuidados especiales a
los enfermos y se formaba específicamente a médicos por medio de
prácticas controladas por los sacerdotes, prácticas que luego aquellos
ejercían con la clientela.
Instrumental médico, grabado en el templo de Kom Ombo.
El conocimiento que tenemos sobre el tema
proviene del contenido de diversos papiros:
elpapiro Edwin Smith, que es el documento quirúrgico más antiguo que se conoce, pues data del
siglo XVII a. C. y transcribe conocimientos de una época anterior;
el
de Ebers, que es una recopilación de textos médicos;
el de Lahun, que se refiere a ginecología; el de Hearst, que es un formulario médico práctico y el
de Londres, que contiene numerosos encantamientos.
Papiro Ebers.
También
nos han llegado indicios de la medicina egipcia a través de las
ostracas (fragmentos calcáreos, o de cerámica, sobre los que el
escriba, o el aprendiz de escriba, esbozaba un dibujo o un texto.) y de
recetas copiadas por los griegos.
Concretamente Hesy-Ra, que vivió hacia el año 3000 a. C., es considerado el médico más antiguo que se conoce.
- La enfermedad era la demostración física de una posesión del cuerpo del paciente por
agentes sobrenaturales: enemigos que tienen acceso a un poder mágico, un
dios enojado, algún difunto descontento, etc. Es por ello que médicos y
encantadores trabajaban de forma paralela: primero era el encantador y
luego el médico.
- La envoltura corporal es un elemento necesario para alcanzar la vida
eterna, y su destrucción impediría el lograrlo. La peor situación
posible para un egipcio de la antigüedad era morir ahogado o incinerado,
con lo cual su cuerpo se perdería.
La visión del mundo del siglo de XXI nos induce a pensar en la medicina
egipcia comparándola con los servicios actuales, pero lo primero que es
necesario tener en cuenta es el hecho de que, por lo que sabemos, el
sistema dependía del templo, contemplado éste como una institución.
El sistema de cuidados médicos de los egipcios antiguos era un servicio público con las siguientes características:
- Gratuito: por lo tanto, accesible para todos.
- General: para toda clase social.
- Nacional: disponible en todo el país.
- Disponible en cualquier momento
Forma parte de un servicio a la comunidad más general, que lo mismo
cuidaba los canales de irrigación, la educación, la justicia, las
reservas de granos, todo lo necesario para la población de Egipto, y
está bajo la autoridad del templo: en la casa de la vida, el templo
maneja, entre otras, la escuela de los escribas,
abierta a todos, que forma futuros escribas pero que sólo conserva para
sí a los mejores.
También asegura la formación de los médicos y
sacerdotes.
Esta institución maneja igualmente los lugares de atención
médica dentro del templo, y especialmente un espacio de cuidados,
llamado a posteriori "sanatorio”, que no era un balneario como se ha
creído, sino espacios sacerdotales con bañeras llenas de agua sagrada,
donde el enfermo era sumergido esperando una curación divina.
Las leyes sanitarias eran estrictas, la higiene era escrupulosamente
cumplida y había ordenanzas médicas para vigilar las aguas, no solamente
para la limpieza de los vivos sino también para la higiene mortuoria.
Todo ello indica un alto grado de evolución de la Medicina.
Según parece, las normas de aprendizaje y de la práctica eran
promulgadas por el médico del faraón, que se hallaba en la cúspide de la
jerarquía médica; por debajo de él se encontraban los médicos de
palacio, de los cuales uno era el Doctor jefe del norte y del sur,
una especie de Ministro de Sanidad.
A sus órdenes estaban los
inspectores, supervisores y los maestros de los médicos.
En un escalón
inferior se situaban la inmensa mayoría de los médicos prácticos.
Las normas de aprendizaje y de la práctica eran dictadas por el
médico del faraón, y no les estaba permitido salirse de la ortodoxia ni
emplear otros métodos terapéuticos que los indicados en los manuales;
siguiendo esta pauta, aunque los resultados no fuesen los deseados el
médico estaba libre de todo reproche.
Esta rigidez constituía un obstáculo muy importante para la innovación y para aprender de sus propias observaciones.
Cuidando una migraña.
No conocemos si alguno de ellos se dedicaba a la investigación,
aunque de hacerlo debían ser los de jerarquías superiores para que se
aceptasen sus descubrimientos.
El egipcio más antiguo con un título
médico es Hesy-Re de la Tercera Dinastía (2620 a.C.), especializado en
problemas dentales.
Por los títulos y jerarquías, deducimos que los
médicos egipcios constituían una clase, y que bajo la vigilancia del
Estado, garantizaban al público la calidad de su ciencia.
Estaban asistidos por enfermeros, masajistas y vendadores.
Incluso
podían atender también a animales sin mayor prejuicio.
En Sais, junto a la "Escuela de los Sabios Magos" ("Casa
de la Vida") existía una Escuela de Medicina que el invasor persa
Cambises destruyó:
"…Por orden de Darío I volví a fundar esta Escuela
con todos sus estudiantes, hijos de buena familia; al frente de ellos
puse a sabios de todo género, para todos los trabajos, con todas las
cosas convenientes. Les doté de todo cuanto podía serles útil, de todos
los instrumentos, conforme con los libros, tal como era antes. Su
majestad lo hizo porque sabía lo que era útil a este Arte, para dar vida
a todos los enfermos y para poner el nombre de todos los dioses en
todos los templos…".
Hoy se conocen los logros de la medicina egipcia por
hallazgos arqueológicos y técnicos, que revelan acertadas imágenes de
enfermos que solían verse cotidianamente: cojos, jorobados, obesos,
acondroplásicos, enanos, paralíticos, elefantiásicos, etc.
.
En el estudio moderno de las momias se
encuentran estigmas de toda suerte de enfermedades y de algunas terapias
aplicadas.
Ramsés el Grande sufrió arteriosclerosis y quizás falleció
por un absceso del maxilar superior y sepsis. Su hijo y sucesor
Mernemptah tenía una aorta con múltiples lesiones ateromatosas.
La momia
de la anciana Bakrenes mostraba las femorales calcificadas.
Plinio (siglo I d.C.) informa que en ciertos casos se
llegaban a realizar necropsias oficiales cuando no se había podido
determinar con certeza las causas de muerte.
La palabra que designaba al médico era SUNU, “el de los que
sufren”.
Egipto era conocido por sus reputados especialistas.
Según Heródoto: “La medicina está repartida en Egipto de
esta manera: cada médico cura una única enfermedad, no varias” “Todo está lleno
de médicos, unos para los ojos, otros para la cabeza, para el abdomen y para
las enfermedades de localización incierta”
Algunos médicos estaban sometidos a una vigilancia del
Estado, para garantizar a los usuarios la calidad del servicio.
Eran una especie de funcionarios. A su vez podía darse el
ejercicio privado, sobre todo en odontología y veterinaria.
Según Diodoro de Sevilla “en las expediciones militares y en
los viajes todo el mundo es curado de manera gratuita, porque los médicos son
alimentados a expensas de la sociedad”
Los médicos reales eran escogidos entre los mejores del país.
Tenían bajo su cargo al “director de los dos lados de
remeros de barco de los médicos reales” para realizar sus desplazamientos con
rapidez. Gozaban de una gran reputación e incluso desde otros países se
solicitaba su ayuda.
A veces el Faraón enviaba a sus médicos a Cortes extranjeras.
Según Heródoto, Amasis, que vivió en la XXVI dinastía, es enviado a Ciro para
sanar a la madre de este monarca.
También es célebre la petición del rey hitita Hattusil de un
buen ginecólogo para curar la esterilidad de su hermana “de 50 años”.
Ramsés II
responde en una carta cargada de fina ironía, que no hay médicos tan eficientes
en Egipto y envía un profesional más adecuado a este caso: un mago.
Los médicos recibían formación en “la Casa de la Vida”,
escuela de medicina y biblioteca en la que escribas y sabios recopilaban
antiguas tradiciones.
Los alumnos adquirían las bases de la profesión en contacto
con sus maestros, leyendo, elaborando y copiando textos, y ejerciendo la
práctica de la medicina bajo su supervisión.
En los Papiros de Lahun, podemos encontrar entre otras
cuestiones asuntos de ginecología y obstetricia, en los que incluyen pruebas de
diagnóstico de embarazo y determinación de sexo, y un remedio contraceptivo
preparado con heces de cocodrilo, miel y carbonato de sodio, en forma de
supositorio, al que podríamos considerar un llamativo espermicida.
En un papiro un poco posterior y que hace referencia a la
diosa Hator como divinidad de la maternidad y de la fecundidad, expone un
curioso test de embarazo para las mujeres sometidas a ello, que consistía en
orinar durante varios días sobre dos bolsas llenas de trigo y cebada mezcladas
con sal; si germinaban, la mujer estaba embarazada.
Además, se podía determinar
el sexo, pues si era el trigo el que brotaba tendría una niña y si era la
cebada sería niño. Nada se dice sobre lo que ocurriría si florecían ambos
cereales. En 1963 se llevó a cabo un experimento en un laboratorio para
determinar la veracidad de esta prueba y se llegó a la sorprendente conclusión
de que ofrecía una fiabilidad de un 70%.
A fin de cuentas, los test de embarazo
modernos se basan en una reacción química, que se produce con una hormona que
desprende por la orina una mujer en estado de gestación, y el test que
practicaban los antiguos egipcios también se apoyaba en una reacción de la
orina con los cereales.
El problema es que eran menos precisos que los análisis
actuales.
Otra prueba consistía (esta era menos inocua), dar a la
mujer que podía estar embarazada, una buena cantidad de cerveza mezclada con
dátiles, y si vomitaba en numerosas ocasiones, el resultado del examen se
consideraba positivo.
Otra forma de
averiguar el embarazo, era coger de los dedos a la interesada y apretarle con
fuerza los brazos. Si su rostro tendía a ponerse verdoso es que estaba preñada.
Pero la prueba más
curiosa de todas se llevaba a cabo con una cebolla, que debía introducir en sus
partes bajas, y comprobar si al día siguiente su aliento olía a cebolla.
Si era
así, no estaba embaraza, pues si lo estuviera, su vientre se encontraría
cerrado y no hubiese dejado pasar el fuerte olor de la cebolla a través de su
barriga.
No solo los egipcios practicaron este método; ya que el mismísimo
Hipócrates, considerado el padre de la medicina moderna y el primer médico de
la historia que empleaba medios más o menos razonables, también sugería este
método, o sustituir la cebolla por cualquier otro vegetal que desprendiese un
fuerte olor, como los ajos, por ejemplo.
De paso, este test también se podía
utilizar para saber si una mujer podía tener hijos.
En este caso, una vez
introducido el vegetal oloroso, había que esperar al próximo día para constatar
el olor en su boca. Hecha la verificación, no habría impedimento alguno para
que fuese una mujer fértil, pues sus conductos internos se encontraban
despejados.
Por último, los
egipcios no tenían en cuenta la ausencia de la menstruación para considerar un
embarazo.
¡Sorprendentemente! Tampoco sabían dónde se producía el
semen, mejor dicho, sí lo sabían, pensaban que era en el corazón, que estaba
comunicado con las gónadas a través de dos conductos.
Principales enfermedades
Enfermedades parasíticas
Los parásitos entran al cuerpo humano a través de la
ingestión de agua o comidas o por el contacto con la tierra, personas
infestadas u otras sustancias.
Algunas poseen además agentes transmisores. Sin
lugar a dudas, las enfermedades parasíticas fueron la mayor causa de
padecimientos y muerte prematura de los antiguos egipcios.
En estudios microscópicos a momias se han encontrado huevos
de esquistosomiasis y antígenos relacionados a esta enfermedad desde época
predinástica hasta la romana. Evidencias en papiros médicos son, por otro lado,
menos seguras.
La esquistosomiasis y la hematuria fueron tan comunes que
probablemente eran consideradas normales en muchos casos. Larvas de Filaria han
sido encontradas también en momias, así como de strongiliodiasis, trichinella y
otras.
Infecciones virales y bacterianas
Virus y bacterias no han sido identificadas todavía en
momias o esqueletos antiguos, por lo que su inferencia solo puede hacerse a
través de algunas pistas adicionales provistas por papiros médicos,
ilustraciones de tumbas y final y conclusivamente por medio de estudios de ADN.
Tuberculosis
Varios estudios oseos muestran importantes muestras
patológicas indicativas de esta infección bacteriana en estadío avanzado.
En
muchas representaciones funerarias se muestran sirvientes jorobados, sin
embargo es difícil establecer si se trata de la enfermedad de Pott, joroba de
Porter, espondilitis anquilosante o efectos de una mala postura. Al menos dos
casos de tuberculosis pulmonar por Mycobacterium tuberculosis han sido
identificadas en estudios de ADN.
Lepra
No existen evidencias físicas inequívocas de la presencia de
lepra en restos humanos de la antigüedad egipcia. Sin embargo, los
"tumores de Jonsu", del papiro Ebers, han sido interpretados como
sugerencias de nódulos leprosos, aunque existen otras alternativas.
Tétanos
Evidencias de tétanos, enfermedad bacteriana, no pueden
esperarse en cadáveres. El caso 7 del papiro Edwin Smith describe el trismo y
la distorsión de la cara, sugerencias claras de esta enfermedad.
Sepsis y abscesos
La sepsis, estado tóxico infeccioso que se produce al entrar
un microorganismo patógeno al torrente sanguíneo, debió ser cumún en el antiguo
Egipto, aunque no hay evidencias convincentes reportadas en momias. Existen,
sin embargo, descripciones sugerentes de estas dolencias (protuberancia llena
de pus) en los papiros médicos. El caso 4 del papiro Edwin Smith brinda un
reporte gráfico de una herida infectada.
Poliomielitis
Evidencias de esta infección viral se observan en la estela
de Roma, en la que un hombre es representado con una pierna sumamente desgastada
y corta, lo que sugiere con fuerza que este hubo de contraer la poliomielitis
durante la infancia, antes de que sus huesos de su pierna completaran el
crecimiento; esta es compensada con una deformidad de pie equino. Algunas
momias como la del rey de la dinastía XVIII, Siptah, han sido igualmente
diagnosticadas con anormalidades sugerentes de esta enfermedad. No hay
mensiones al respecto en los papiros médicos.
Viruela
Se ha diagnosticado esta infección viral por medio de la
observación de la piel de momias bien preservadas.
Si esto es correcto, la
víctima más distinguida de la misma sería el propio Ramsés V. No hay evidencias
reconocibles en los papiros médicos.
Cáncer y otras tumoraciones
Los tumores son en extremo raros tanto en momias como en esqueletos
del antiguo Egipto. Esto se debe quizás en parte a las muertes relativamente
prematuras y adicionalmente a bajos niveles de carcinogénesis. Las evidencias
en los papiros médicos son muy dudosas. Los tumores de Jonsu, ya mencionados
para la lepra, pueden quizás referirse a cáncer igualmente, como también otra
referencia en el papiro Ebers de cierta dolencia en el útero, en el párrafo
813.
Enfermedades cardiovasculares
La ateroesclerosis y la calcificación de las arterias
principales están entre las afecciones más comunes encontradas en momias de
personas de avanzada edad, incluyendo reyes. Por otra parte, el conocimiento
que puede obtenerse a partir de los papiros médicos es limitado. En el párrafo
855 de papiro Ebers se describe de forma oscura estados patológicos del corazón
relacionados con el pulso.
En otros fragmentos aparecen pistas de insuficiencia
cardíaca congestiva, desórdenes del ritmo cardíaco y posiblemente de enfermedad
isquémica coronaria (angina de pecho).
Enfermedades respiratorias
Se han hallado evidencias físicas de neumoconiosis en momias
del Museo de Manchester, así como de tuberculosis pulmonar en muchos otros
casos. En el papiro Ebers aparecen remedios para la tos y se describe lo que
parece ser la producción de esputo purulento.
Enfermedades gastrointestinales
La paleopatología ha vertido muy poca luz respecto a las
enfermedades del estómago y los intestinos padecidos por los antiguos egipcios.
La obstrucción estomacal ha sido posiblemente identificada en el papiro Ebers
(188-208), a la cual se le daba una atención especial. En sus escritos, el
historiador griego Heródoto señaló que los egipcios estaban obsesionados con
sus intestinos y que gran parte de su farmacopea estaba dedicada a facilitar
los movimientos intestinales mediante el uso de laxantes para evacuar las
heces. En el propio papiro Ebers aparecen remedios para refrescar el ano y
alejar el calor, sugiriendo infección, probablemente fúngica, u otra
relacionada con esquistosomiasis; también se documentan las hemorroides.
Enfermedades urinarias
Los cálculos renales y de la vejiga urinaria son poco
frecuentes en las momias. En la sección urinaria (261-283) del papiro Ebers
incluye consideraciones acerca de poliuria, relacionada probablemente con
diabetes y otros problemas de la micción relacionables con la cistitis.
Remedios para eliminar la obstrucción de la vejiga son también hallados en el
papiro, lo que sugiere una etiología originada por la constricción uretral o
inflamación de la próstata.
Enfermedades del sistema nervioso
Aunque no hay evidencia de que los antiguos egipcios
conocieran la función del cerebro, existen excelentes descripciones de las
consecuencias neurológicas provocadas por heridas en la médula espinal en los
casos 31-33 del papiro Edwin Smith. Existe también una posible referencia a la
parálisis de los nervios faciales en el papiro de Berlín, párrafo 76. En el
papiro Ebers se refiere un caso de migraña (250).
Enfermedades estomatológicas
El desgaste de los dientes fue un problema universal en la
antigüedad, causado por la masticación de partículas duras en los alimentos.
Esta dolencia resultaba en parte por causa del molido del grano con piedras y
de la arena depositada en los alimentos; esto semejoró gradualmente durante el
Período Tardío. Las caries fueron extremadamente raras hasta el primer milenio
a.n.e., probablemente por la ausencia de azúcares en la dieta; su aparición se
incrementó en el período tolemaico junto con la disminución del desgaste. Los
abscesos dentarios eran muy comunes. La enfermedad periodontal (de las encías)
estaba ampliamente distribuida, llegando a provocar la pérdida de soporte
alveolar y con ello del diente.
Enfermedades ginecológicas
Desafortunadamente el papiro Kahun (o papiro ginecológico)
dice muy poco acerca de desordenes ginecológicos, dedicándose casi por completo
a asuntos de preñez y contracepción. Sin embargo el papiro Ebers continene un
amplio rango de prescripciones para dolencias femeninas (783-839). Entre estas
se encuentran el prolapso uterino, fístulas entre el útero y la vejiga, quistes
ováricos, amenorrea y menorragia, entre otras patologías no reconocibles.
También en el Ebers se encuentran remedios para la caída de los senos (808),
sin embargo es difícil de discenrir desórdenes más graves como tumores u otras
affecciones relacionadas con la lactancia.
LA FARMACOPEA EGIPCIA
La Farmacopea nos lleva a las preparaciones de laboratorio,
penetrando en un dominio especialmente egipcio, puesto que la química deriva de
su nombre: KEMI (Tierra Negra, Egipto).
Citaremos en primer lugar la materia médica, en cuyas
prescripciones se encuentran sustancias de todos los orígenes.
Gracias a Dioscórides, Hipócrates, y Plinio el Viejo una
buena parte de esta droguería pudo pasar al formulario médico de la Edad Media
y subsistir aún entre algunos curanderos.
Fueron los alquimistas alejandrinos y árabes quienes
mantuvieron la vigencia de esta ciencia, que alimentó los laboratorios secretos
de los buscadores de la Piedra Filosofal, y despierta el interés de grandes
químicos actuales.
La Farmacopea Egipcia era tan variada como pintoresca.
Se fabricaban drogas, perfumes y ungüentos en los
laboratorios de los templos, para las necesidades del culto (fumigaciones,
purificaciones y curaciones de las estatuas divinas).
El ritual enumera plantas, piedras raras, aceites minerales
o vegetales, grasas animales, resinas, hierbas, baños de natrón que conservaban
los cuerpos momificados.
Utilizaban desde plantas medicinales hasta una infinidad de
productos, algunos extraños y aún repugnantes para nosotros.
Ciertos ungüentos estaban compuestos hasta de 37
ingredientes diferentes, como sangre de lagarto, secreciones de oído de cerdo,
excrementos de niño, de asno, de perro, de gacela, de hipopótamo, e incluso…
¡de mosca!, combinados todos ellos con leche materna, aceites finos y con otras
grasas de origen animal.
Existían medicamentos para curar quemaduras, mordeduras,
picaduras de insectos, lesiones por espinas, etc.
Entre los medicamentos hallamos toda clase de jarabes,
ungüentos, polvos, supositorios y enemas.
El médico egipcio prescribía mucho el aceite de ricino y los
aceites simples.
Las enfermedades digestivas se combatían con ricino, lavados
de estómago, lavativas, etc.
Conocían y trataban la Bilharziosis (enfermedad parasitaria
producida por ciertos gusanos) .
También, con eficacia relativa, las cataratas
y demás afecciones oftálmicas:
"…Para curar el tracoma, los ojos deben ser tratados
con sangre de lagarto.
Para remediar la pérdida de la visión, se recomienda
poner sobre los ojos hígado de buey y exprimido…"
Un buen tratamiento
para las quemaduras es "…la aplicación de suelas de sandalias
quemadas".
Conocían los valores curativos del ajo, la acacia, el anís,
el comino, etc.; de determinadas plantas psicoactivas como la mandrágora, el
beleño, la adormidera y varias especies de "daturas" que se
administran con cerveza y vino, inicialmente sólo con criterio mágico.
Empleaban también anestésicos obtenidos a partir de ciertas sustancias
minerales.
Utilizaban el cobre, el sulfuro, el carbonato de sodio, el
arsénico y el bicarbonato.
Entre los productos animales se servían de la bilis, la
sangre, el tuétano, hígado, bazo, etc.
Se administraban las drogas en ciertos pastelillos usados
como vehículos, con instrucciones muy similares a las que se indican en la
actualidad sobre dosis, horarios y modos de empleo.
En un papiro de la XII Dinastía se habla de cierta clase de
hongo que crece en las aguas estancadas y que se utilizaba para tratar ciertas
llagas y heridas abiertas (¿paralelismo con futuros antibióticos?).
También algunos se utilizaban como lo hacen los charlatanes
de hoy, para acabar con la calvicie, la impotencia, o porque poseían ciertos
poderes mágicos.
Otros tratamientos derivan de observaciones adecuadas como las
inhalaciones para calmar la tos:
"…1/32 de la planta tiam, idem de la pulpa de dátil. Se
tritura todo y se pone al fuego. Deberá inhalarse el vapor con una caña durante
todo un día…"
Se menciona un centenar de medicamentos, algunos aplicados a
enfermos con poder y fortuna pues "…eficaces eran, pero también sumamente
caros…"
Utilizan cánulas para la alimentación artificial, que confeccionan
con tallos huecos recubiertos de lino.
Las recetas se acomodaban a la edad del paciente y a la
estación del año.
Ocasionalmente se recuerda a los "sheasau"
(trucos), curiosos remedios con los que se actuaba por sugestión.
Así, ante una mujer próxima a la ceguera y con dolores
profusos, se recomienda:
"…Estos son desechos de la vulva, que afecta a tus
ojos. Para esto te haces una fumigación de la vulva con incienso y aceite
fresco. Fumígate los ojos con patas de abejaruco y después te comes el hígado
de un asno…"
El médico podía suministrar un remedio con su pizca de
magia. Así, en casos de dolores o envenenamiento se pintaba la imagen de un
dios en la palma de la mano del enfermo con la indicación que la lamiera;
indudablemente que no se trataba de colorantes sino de medicamentos; si el
enfermo se aliviaba, era por efecto "milagroso".
El Papiro Smith tiene "un libro para la transformación
de un viejo en un hombre joven". Dice el escriba:
"…Remedio que se ha
manifestado eficaz miles de veces…"
Lamentablemente sólo da consejos para
ocultar la calvicie, las manchas oscuras de la cara, las arrugas y lo
enrojecido que perjudica a la epidermis.
Con frecuencia los remedios van acompañados de sortilegios y
alusiones a una determinada divinidad (ISIS, THOTH, HORUS, OSIRIS, RA, ANUBIS,
IMHOTEP, AMON) que intervendrá para ayudar al médico.
Pronunciar con una voz justa tales o cuales fórmulas
mágicas, era asegurarse una seria probabilidad de curación.
El cólera, la peste, la lepra, la tuberculosis, la viruela y
el cáncer eran conocidos y requerían la intervención del clero con sus
procesiones, plegarias y exorcismos.
Uno de los azotes más terribles fue el
hambre, traducido en diversas manifestaciones: escorbuto, disentería, úlceras,
raquitismo, etc.
Para los hambrientos podía no existir la medicina más
adecuada, el alimento.
EL LEGADO DE LA MEDICINA EGIPCIA
Los gobernantes griegos ptolomeos residían en Alejandría, el
más importante centro médico, cultural y científico de la antigüedad. El
fundador de la Dinastía creó el museo, mezcla de universidad, centro de
investigación y residencia para los estudiosos de la época.
Tenía una inmensa
biblioteca e instalaciones donde se hacían disecciones en cadáveres humanos y
se estudiaban también animales y plantas (Jardín Botánico y Zoológico). Fue
incendiada durante la campaña de Julio César en Egipto (48 a.C.). Entre los
volúmenes custodiados en el Bruchion y el Serapeum se perdieron más de 700 000
de ellos. Se tenía un catálogo completo de autores, contenido en 120 libros.
En Alejandría confluyeron culturas e ideas de todo el
Mediterráneo, el Próximo Oriente y de la India, pesando sobremanera la
tradición egipcia local. La cultura griega asumió estos elementos y los plasmó
en su idioma.
En el siglo III a.C. la anatomía experimentó grandes progresos
con investigadores como Serófilo y Erasístrato, médicos prácticos que
utilizaron la anatomía y demás conocimientos científicos como sólidos
fundamentos para su esmerada profesión.
Redford, Donald. [Ed.] The Oxford
Encyclopedia of Ancient Egypt. Vol. I. Oxford: Oxford University
Press, 2001.
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