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martes, 26 de septiembre de 2017

OPERACION MOSAICO o la importancia de los MAESTROS en tu vida







Este año se jubila mi maestra.

O mi “seño”, como la llamo cariñosamente.

Pilar Fernández Uriel nunca fue profesora mía. Cuando hice Historia Antigua, en la carrera, otra profesora fue la encargada de darnos clase.

El Centro asociado estaba en San Bernardo nº 70, y era Ana Vázquez Hoys quien daba clase allí.

Después tuve que dejarlo… 

Un problema con la compra de mi casa (en la que ahora vivo) hizo obligatorio recortar todo lo posible. Nos habían estafado y costó salir de aquella, pero se hizo.

Tras mi paso de dos años por Galicia, esa tierra de la que me enamoré hace tiempo, volví a Madrid y tuve que recomponer mi vida. 
Yo había vuelto con el corazón roto, pero con unas ganas enormes de ponerle tiritas, de curar esas heridas que la vida nos hace y que conforman nuestro carácter, al fin.
Y volví a estudiar en la UNED.

Fue cuando conocí a Pilar.

Un compañero daba una ponencia en una asociación que yo no conocía entonces (AIER), en la Universidad Complutense y allí fuimos.



La vi de lejos.
En un aula magna tan enorme… yo en los asientos últimos, ella en la palestra… sentada al lado de su alumno, me llamó la atención lo pequeñita que se la veía, y lo grande que era en realidad.




Y pasó más tiempo.

Y a alguien se le ocurrió organizar un curso de verano sobre Historia antigua ¡en PALENCIA!
Es la tierra de mi madre, y yo la había perdido recientemente.
Fue como un homenaje hacia ella, un tratar de revivirla en su tierra y allí me presenté.
Y me presenté aquel año…y el otro… y el otro…
Empecé a reservar esos últimos días de Septiembre como vacaciones para asistir a esos cursos.








La Historia Antigua me apasiona. Egipto y Roma en especial…. 
Pero no era esa la única causa de que yo volviera a Palencia cada año (o a Aguilar de Campoo, Medina del Campo)…
Hay algo especial en aprender después de los 40, y yo hace tiempo que los he cumplido.
Cuando ya has aprendido demasiado de la vida (y lo que me queda), te apetece saber de otras cosas. 
Entender por qué tu mundo conocido es así, el famoso “de dónde venimos y a dónde vamos”.
A mi padre le apasionaba la Historia.
Aun le recuerdo leyendo alguna hoja de periódico que entonces utilizaban para envolver pescado, o recogiéndola del suelo para leerla.
Eran otros tiempos.
Entonces estudiar no era gratis.






No podías leer en una Tablet o en un móvil. No existían los buscadores tipo Google y se le daba un valor distinto al conocimiento.
Disfrutabas aprendiendo y dando el valor que se merece al que te enseña. 

Al que pierde su tiempo explicándote el porqué de las cosas (otra vez el dónde vamos y de dónde venimos).
En los tiempos que le tocó vivir, no pudo estudiar demasiado, pero recuerdo cómo disfrutaba con mis libros de la carrera. Si en realidad él se los sabía de memoria.






Supongo que por eso, aquella persona menuda, en ese aula tan grande me llamó la atención.
Y me la siguió llamando años más tarde, cuando la conocí en persona.
Y disfrutaba escuchándola en la Complutense, en los cursos de la Uned, en el museo del Traje. 
Me apasionaba lo concienzuda que era en sus libros.


 

Es fácil (¿?) hablar de Roma y sus conquistas…. De su república y su imperio… de la influencia en el mundo que conocemos…








 

Pero ¿alguien sabe la importancia de las abejas en ese y otros grandes imperios?





¿La importancia de un simple molusco en la historia de la humanidad?




Recuerdo una ponencia de Pilar en la que hablaba de las mujeres en Roma.








De las empresarias,  costureras y zurcidoras que prestaban servicios en las propias casas de sus clientes, ornatrices, que vendía productos de belleza, vendedoras de joyas o perfumes…
 
Esas cosas que no suelen contar los libros de texto y que sin embargo son importantes.





 
Las que conforman la verdadera vida. 

Lo cotidiano, lo que parece insignificante y que sin embargo no lo es.

 De eso hablaba ella (además de todo lo demás, claro)
Y que, como soy tan rara, son las que más me llaman la atención.
Siempre digo que Pilar, mi Seño, no me dio clase pero aun así es mi maestra.










Y volviendo a lo importante (que me estoy enrollando), este año se jubila.

Y había que hacerle un homenaje de sus alumnos.
Y nos pusimos a idear.
En realidad… Yo ya empecé a pensar cosas y a darle vueltas al terminar el curso de Palencia del 2016. Aquel que hablaba sobre “Lazos Invisibles. La Amistad en el Mundo Antiguo”

En Noviembre de ese mismo año (en las jornadas de AIER), intentamos hablar con Pepe, el marido de Pilar, para remarcarle que tenían que volver a Palencia este 2017.

Y surgió la idea de una tablilla romana, con una frase que expresara nuestra amistad por “la Seño” y nuestra devoción hacia ella.

Y me puse a buscar.
Y encontré un par de sitios (en alemán) que podían ayudarnos. Hasta les escribí (en español) demandando información. Y me contestaron (en una mezcla de alemán, español e inglés).








Entonces se me ocurrió que mejor que una tablilla de cera, podíamos encargar un mosaico.
Y volví a preguntar a los alemanes, que ya debían estar un poco cansados de tanto mensajito.

Se lo comenté a mis compañeros (José Ángel y Antonio) y les gustó la idea.
Yo ya empezaba a sospechar que no podría asistir este año al curso (es lo que tiene tener una salud precaria) pero aun así me ofrecí voluntaria para buscar información.


Encontré tres sitios en España (BIENNNN) y les mandé un e mail.
Nos decidimos por dos de ellos y lo sometimos  a votación entre los que querían participar del homenaje.




 
Mientras, esta gente (los del mosaico) me pedían un boceto de lo que quería.


Y me puse a buscar como loca una frase, que expresara lo que queríamos decir.
Algo muy difícil.





Yo ya estaba de baja, aunque sentarme mucho tiempo al ordenador me torturaba la espalda.
 Y la encontré.


Y la sometimos a votación, que aquí somos todos muy demócratas.

Y armándome de paciencia, intenté hacer un boceto con la frase de Cicerón. 


Y se la envié a los musivarios. 

Y me contestaron ambos.
Con el mismo presupuesto (pito pito…colorito)…



 

Y lo encargamos.
Y llegó antes de tiempo. 










A casa de José Ángel y a mi nombre… 
La mujer de José Ángel le dijo que se había confundido, claro
Y menos mal que José Ángel se dio cuenta y salió corriendo a buscar al transportista.

Ayssssss que casi lo devuelven.











Y allí estuvo el pobre mosaico, entre el resto de paquetes de la mudanza que José Ángel y Mercedes estaban haciendo.

Mientras, y como mi cabeza sigue ideando cosas, se me ocurrió buscar una tarjeta donde pudiéramos firmar sus alumnos.
Y la encontré.







Y a alguien se le ocurrió que podíamos poner la foto de sus alumnos como firma, en la tarjeta.
Y lo propusimos en ese chat que tenemos en wasap y que ha bloqueado algunos móviles….

 Y empezaron a llegar las fotos, y yo intentaba adaptarlas en una sola hoja.






Pobrecitos….


A alguno le cambié tres veces de sitio.







 
Ya he dicho que yo no podía ir al curso, pero me acerqué el sábado a comer con ellos para el homenaje.


Como estos chicos son muy majos… fueron a buscarme a la estación, y desde allí me llevaron al Centro asociado de la Uned.










El curso estaba acabando, y aún pude asistir al coloquio que suele finalizar estos eventos.
La seño… por el momento no sospechaba nada.














El Centro asociado quiso tener un detalle con Pilar. 


Le entregaba una placa conmemorativa y unas flores.
Eso nos daba margen a nosotros, ya que Pilar creyó que ese era su homenaje palentino…






Ni imaginaba la que se estaba preparando.
Y nos fuimos a tomar el aperitivo.

Este año el curso trataba sobre la traición en Roma. 
Nosotros no íbamos a traicionar a nadie (jejejejej) pero si he de reconocer que la confabulación reinaba entre nosotros. 

Teníamos que avisar a los que no sabían nada, de la que estábamos organizando. Necesitábamos su apoyo.


La Seño no se imaginaba nada… Como debía ser, claro.









Y nos fuimos a comer.

Un ambiente cordial y distendido. Íbamos avisando a los que aún no lo sabían que iba a ocurrir algo.
Habíamos planeado que fuera a los postres… y así fue.

José Ángel se va a por el mosaico (que venía envuelto con muuuuchas capas) y Antonio saca la tarjeta.







Pepe se empieza a dar cuenta de que allí va a ocurrir algo, pero Pilar seguía entretenida ajena a lo que iba a suceder.





 

Y se hace el silencio…
Y José Ángel declara que vamos a terminar el curso con una traición… 
Bueno…. 
Con un engaño… con una sorpresa.
 
Y a Pilar se le cambia la cara.







Le explicamos que sus alumnos queríamos darle las gracias y que se nos ocurrió hacerlo a “la romana”.
Tarjeta con las fotos de algunos (aunque había más…) y el mensaje que resume lo que sentimos.








Y le ponemos el bulto de 4 kg delante, que va a tardar en desenvolver.














Como colofón… el mosaico viene muy bien envuelto.

 
Una caja de madera con 8 tornillos…Y nosotros sin destornillador.















Raúl empieza a intentarlo con una llave. 




Mª José saca una especie de destornillador de plástico. 




Lo intentamos con un cuchillo…




Hasta que el camarero trae un destornillador de estrella y la ayudamos a descubrir que había dentro de aquel “sarcófago”.





Bueno…













Todo esto para contar lo que ocurrió en el homenaje que quisimos hacerle a nuestra MAESTRA.
Espero haberlo hecho bien.












Que los que no pudisteis estar, hayáis disfrutado un poco viendo el proceso que llevó el homenaje que queríamos darle a nuestra Pilar.




 



Estuvimos unos pocos, pero detrás había mucha gente, que no pudo estar en persona pero estaba en espíritu.







Alumnos, amigos, discípulos… gente que la queremos y queríamos demostrárselo.


¡¡GRACIAS SEÑO!! …










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jueves, 7 de septiembre de 2017

La Medicina en el Antiguo Egipto







La medicina en el antiguo Egipto se enseñaba en las casas de la vida adjuntas a los templos. 


En ellas se realizaban los cuidados especiales a los enfermos y se formaba específicamente a médicos por medio de prácticas controladas por los sacerdotes, prácticas que luego aquellos ejercían con la clientela. 






 Instrumental médico, grabado en el templo de  Kom Ombo.



El conocimiento que tenemos sobre el tema proviene del contenido de diversos papiros: 

elpapiro Edwin Smith, que es el documento quirúrgico más antiguo que se conoce, pues data del siglo XVII a. C. y transcribe conocimientos de una época anterior; 

el de Ebers, que es una recopilación de textos médicos; 

el de Lahun, que se refiere a ginecología; el de Hearst, que es un formulario médico práctico y el 

de Londres, que contiene numerosos encantamientos. 







 Papiro Ebers.



También nos han llegado indicios de la medicina egipcia a través de las  ostracas (fragmentos calcáreos, o de cerámica, sobre los que el  escriba, o el aprendiz de escriba, esbozaba un dibujo o un texto.) y de recetas copiadas por los griegos. 


Concretamente Hesy-Ra, que vivió hacia el año 3000 a. C., es considerado el médico más antiguo que se conoce.


  • La enfermedad era la demostración física de una posesión del cuerpo del paciente por agentes sobrenaturales: enemigos que tienen acceso a un poder mágico, un dios enojado, algún difunto descontento, etc. Es por ello que médicos y encantadores trabajaban de forma paralela: primero era el encantador y luego el médico.
  • La envoltura corporal es un elemento necesario para alcanzar la vida eterna, y su destrucción impediría el lograrlo. La peor situación posible para un egipcio de la antigüedad era morir ahogado o incinerado, con lo cual su cuerpo se perdería.



La visión del mundo del siglo de XXI nos induce a pensar en la medicina egipcia comparándola con los servicios actuales, pero lo primero que es necesario tener en cuenta es el hecho de que, por lo que sabemos, el sistema dependía del templo, contemplado éste como una institución.









El sistema de cuidados médicos de los egipcios antiguos era un servicio público con las siguientes características:


  1. Gratuito: por lo tanto, accesible para todos.
  2. General: para toda clase social.
  3. Nacional: disponible en todo el país.
  4. Disponible en cualquier momento
 
Forma parte de un servicio a la comunidad más general, que lo mismo cuidaba los canales de irrigación, la educación, la justicia, las reservas de granos, todo lo necesario para la población de Egipto, y está bajo la autoridad del templo: en la casa de la vida, el templo maneja, entre otras, la escuela de los escribas, abierta a todos, que forma futuros escribas pero que sólo conserva para sí a los mejores. 

También asegura la formación de los médicos y sacerdotes. 

Esta institución maneja igualmente los lugares de atención médica dentro del templo, y especialmente un espacio de cuidados, llamado a posteriori "sanatorio”, que no era un balneario como se ha creído, sino espacios sacerdotales con bañeras llenas de agua sagrada, donde el enfermo era sumergido esperando una curación divina.


Las leyes sanitarias eran estrictas, la higiene era escrupulosamente cumplida y había ordenanzas médicas para vigilar las aguas, no solamente para la limpieza de los vivos sino también para la higiene mortuoria. Todo ello indica un alto grado de evolución de la Medicina.




 



Según parece, las normas de aprendizaje y de la práctica eran promulgadas por el médico del faraón, que se hallaba en la cúspide de la jerarquía médica; por debajo de él se encontraban los médicos de palacio, de los cuales uno era el Doctor jefe del norte y del sur, una especie de Ministro de Sanidad. 



A sus órdenes estaban los inspectores, supervisores y los maestros de los médicos. 

En un escalón inferior se situaban la inmensa mayoría de los médicos prácticos.


Las normas de aprendizaje y de la práctica eran dictadas por el médico del faraón, y no les estaba permitido salirse de la ortodoxia ni emplear otros métodos terapéuticos que los indicados en los manuales; siguiendo esta pauta, aunque los resultados no fuesen los deseados el médico estaba libre de todo reproche.


Esta rigidez constituía un obstáculo muy importante para la innovación y para aprender de sus propias observaciones.



 Cuidando una migraña.



No conocemos si alguno de ellos se dedicaba a la investigación, aunque de hacerlo debían ser los de jerarquías superiores para que se aceptasen sus descubrimientos.



El egipcio más antiguo con un título médico es Hesy-Re de la Tercera Dinastía (2620 a.C.), especializado en problemas dentales. 
Por los títulos y jerarquías, deducimos que los médicos egipcios constituían una clase, y que bajo la vigilancia del Estado, garantizaban al público la calidad de su ciencia. 
 Estaban asistidos por enfermeros, masajistas y vendadores. 
Incluso podían atender también a animales sin mayor prejuicio.

En Sais, junto a la "Escuela de los Sabios Magos" ("Casa de la Vida") existía una Escuela de Medicina que el invasor persa Cambises destruyó: 


"…Por orden de Darío I volví a fundar esta Escuela con todos sus estudiantes, hijos de buena familia; al frente de ellos puse a sabios de todo género, para todos los trabajos, con todas las cosas convenientes. Les doté de todo cuanto podía serles útil, de todos los instrumentos, conforme con los libros, tal como era antes. Su majestad lo hizo porque sabía lo que era útil a este Arte, para dar vida a todos los enfermos y para poner el nombre de todos los dioses en todos los templos…".
 
Hoy se conocen los logros de la medicina egipcia por hallazgos arqueológicos y técnicos, que revelan acertadas imágenes de enfermos que solían verse cotidianamente: cojos, jorobados, obesos, acondroplásicos, enanos, paralíticos, elefantiásicos, etc.


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En el estudio moderno de las momias se encuentran estigmas de toda suerte de enfermedades y de algunas terapias aplicadas. 
Ramsés el Grande sufrió arteriosclerosis y quizás falleció por un absceso del maxilar superior y sepsis. Su hijo y sucesor Mernemptah tenía una aorta con múltiples lesiones ateromatosas. 









La momia de la anciana Bakrenes mostraba las femorales calcificadas.

Plinio (siglo I d.C.) informa que en ciertos casos se llegaban a realizar necropsias oficiales cuando no se había podido determinar con certeza las causas de muerte.






La palabra que designaba al médico era SUNU, “el de los que sufren”.

Egipto era conocido por sus reputados especialistas.








Según Heródoto: “La medicina está repartida en Egipto de esta manera: cada médico cura una única enfermedad, no varias” “Todo está lleno de médicos, unos para los ojos, otros para la cabeza, para el abdomen y para las enfermedades de localización incierta”

Algunos médicos estaban sometidos a una vigilancia del Estado, para garantizar a los usuarios la calidad del servicio.


Eran una especie de funcionarios. A su vez podía darse el ejercicio privado, sobre todo en odontología y veterinaria.


 




Según Diodoro de Sevilla “en las expediciones militares y en los viajes todo el mundo es curado de manera gratuita, porque los médicos son alimentados a expensas de la sociedad”













Los médicos reales eran escogidos entre los mejores del país.


Tenían bajo su cargo al “director de los dos lados de remeros de barco de los médicos reales” para realizar sus desplazamientos con rapidez. Gozaban de una gran reputación e incluso desde otros países se solicitaba su ayuda. 


A veces el Faraón enviaba a sus médicos a Cortes extranjeras. Según Heródoto, Amasis, que vivió en la XXVI dinastía, es enviado a Ciro para sanar a la madre de este monarca.


También es célebre la petición del rey hitita Hattusil de un buen ginecólogo para curar la esterilidad de su hermana “de 50 años”. 
Ramsés II responde en una carta cargada de fina ironía, que no hay médicos tan eficientes en Egipto y envía un profesional más adecuado a este caso: un mago.









Los médicos recibían formación en “la Casa de la Vida”, escuela de medicina y biblioteca en la que escribas y sabios recopilaban antiguas tradiciones.


Los alumnos adquirían las bases de la profesión en contacto con sus maestros, leyendo, elaborando y copiando textos, y ejerciendo la práctica de la medicina bajo su supervisión.





En los Papiros de Lahun, podemos encontrar entre otras cuestiones asuntos de ginecología y obstetricia, en los que incluyen pruebas de diagnóstico de embarazo y determinación de sexo, y un remedio contraceptivo preparado con heces de cocodrilo, miel y carbonato de sodio, en forma de supositorio, al que podríamos considerar un llamativo espermicida.





En un papiro un poco posterior y que hace referencia a la diosa Hator como divinidad de la maternidad y de la fecundidad, expone un curioso test de embarazo para las mujeres sometidas a ello, que consistía en orinar durante varios días sobre dos bolsas llenas de trigo y cebada mezcladas con sal; si germinaban, la mujer estaba embarazada. 





Además, se podía determinar el sexo, pues si era el trigo el que brotaba tendría una niña y si era la cebada sería niño. Nada se dice sobre lo que ocurriría si florecían ambos cereales. En 1963 se llevó a cabo un experimento en un laboratorio para determinar la veracidad de esta prueba y se llegó a la sorprendente conclusión de que ofrecía una fiabilidad de un 70%. 






A fin de cuentas, los test de embarazo modernos se basan en una reacción química, que se produce con una hormona que desprende por la orina una mujer en estado de gestación, y el test que practicaban los antiguos egipcios también se apoyaba en una reacción de la orina con los cereales. 

El problema es que eran menos precisos que los análisis actuales.



Otra prueba consistía (esta era menos inocua), dar a la mujer que podía estar embarazada, una buena cantidad de cerveza mezclada con dátiles, y si vomitaba en numerosas ocasiones, el resultado del examen se consideraba positivo.



 Otra forma de averiguar el embarazo, era coger de los dedos a la interesada y apretarle con fuerza los brazos. Si su rostro tendía a ponerse verdoso es que estaba preñada.





 Pero la prueba más curiosa de todas se llevaba a cabo con una cebolla, que debía introducir en sus partes bajas, y comprobar si al día siguiente su aliento olía a cebolla. 

Si era así, no estaba embaraza, pues si lo estuviera, su vientre se encontraría cerrado y no hubiese dejado pasar el fuerte olor de la cebolla a través de su barriga. 

No solo los egipcios practicaron este método; ya que el mismísimo Hipócrates, considerado el padre de la medicina moderna y el primer médico de la historia que empleaba medios más o menos razonables, también sugería este método, o sustituir la cebolla por cualquier otro vegetal que desprendiese un fuerte olor, como los ajos, por ejemplo. 

De paso, este test también se podía utilizar para saber si una mujer podía tener hijos. 

En este caso, una vez introducido el vegetal oloroso, había que esperar al próximo día para constatar el olor en su boca. Hecha la verificación, no habría impedimento alguno para que fuese una mujer fértil, pues sus conductos internos se encontraban despejados.



 Por último, los egipcios no tenían en cuenta la ausencia de la menstruación para considerar un embarazo.



¡Sorprendentemente! Tampoco sabían dónde se producía el semen, mejor dicho, sí lo sabían, pensaban que era en el corazón, que estaba comunicado con las gónadas a través de dos conductos. 












Principales enfermedades





Enfermedades parasíticas



Los parásitos entran al cuerpo humano a través de la ingestión de agua o comidas o por el contacto con la tierra, personas infestadas u otras sustancias. 

Algunas poseen además agentes transmisores. Sin lugar a dudas, las enfermedades parasíticas fueron la mayor causa de padecimientos y muerte prematura de los antiguos egipcios.



En estudios microscópicos a momias se han encontrado huevos de esquistosomiasis y antígenos relacionados a esta enfermedad desde época predinástica hasta la romana. Evidencias en papiros médicos son, por otro lado, menos seguras. 

La esquistosomiasis y la hematuria fueron tan comunes que probablemente eran consideradas normales en muchos casos. Larvas de Filaria han sido encontradas también en momias, así como de strongiliodiasis, trichinella y otras.  










Infecciones virales y bacterianas




Virus y bacterias no han sido identificadas todavía en momias o esqueletos antiguos, por lo que su inferencia solo puede hacerse a través de algunas pistas adicionales provistas por papiros médicos, ilustraciones de tumbas y final y conclusivamente por medio de estudios de ADN.



Tuberculosis



Varios estudios oseos muestran importantes muestras patológicas indicativas de esta infección bacteriana en estadío avanzado. 

 
 En muchas representaciones funerarias se muestran sirvientes jorobados, sin embargo es difícil establecer si se trata de la enfermedad de Pott, joroba de Porter, espondilitis anquilosante o efectos de una mala postura. Al menos dos casos de tuberculosis pulmonar por Mycobacterium tuberculosis han sido identificadas en estudios de ADN.





Lepra



No existen evidencias físicas inequívocas de la presencia de lepra en restos humanos de la antigüedad egipcia. Sin embargo, los "tumores de Jonsu", del papiro Ebers, han sido interpretados como sugerencias de nódulos leprosos, aunque existen otras alternativas.

Tétanos



Evidencias de tétanos, enfermedad bacteriana, no pueden esperarse en cadáveres. El caso 7 del papiro Edwin Smith describe el trismo y la distorsión de la cara, sugerencias claras de esta enfermedad.


 

















Sepsis y abscesos



La sepsis, estado tóxico infeccioso que se produce al entrar un microorganismo patógeno al torrente sanguíneo, debió ser cumún en el antiguo Egipto, aunque no hay evidencias convincentes reportadas en momias. Existen, sin embargo, descripciones sugerentes de estas dolencias (protuberancia llena de pus) en los papiros médicos. El caso 4 del papiro Edwin Smith brinda un reporte gráfico de una herida infectada.

Poliomielitis



Evidencias de esta infección viral se observan en la estela de Roma, en la que un hombre es representado con una pierna sumamente desgastada y corta, lo que sugiere con fuerza que este hubo de contraer la poliomielitis durante la infancia, antes de que sus huesos de su pierna completaran el crecimiento; esta es compensada con una deformidad de pie equino. Algunas momias como la del rey de la dinastía XVIII, Siptah, han sido igualmente diagnosticadas con anormalidades sugerentes de esta enfermedad. No hay mensiones al respecto en los papiros médicos.







Viruela



Se ha diagnosticado esta infección viral por medio de la observación de la piel de momias bien preservadas. 

Si esto es correcto, la víctima más distinguida de la misma sería el propio Ramsés V. No hay evidencias reconocibles en los papiros médicos.








Cáncer y otras tumoraciones



Los tumores son en extremo raros tanto en momias como en esqueletos del antiguo Egipto. Esto se debe quizás en parte a las muertes relativamente prematuras y adicionalmente a bajos niveles de carcinogénesis. Las evidencias en los papiros médicos son muy dudosas. Los tumores de Jonsu, ya mencionados para la lepra, pueden quizás referirse a cáncer igualmente, como también otra referencia en el papiro Ebers de cierta dolencia en el útero, en el párrafo 813.




Enfermedades cardiovasculares



La ateroesclerosis y la calcificación de las arterias principales están entre las afecciones más comunes encontradas en momias de personas de avanzada edad, incluyendo reyes. Por otra parte, el conocimiento que puede obtenerse a partir de los papiros médicos es limitado. En el párrafo 855 de papiro Ebers se describe de forma oscura estados patológicos del corazón relacionados con el pulso. 

En otros fragmentos aparecen pistas de insuficiencia cardíaca congestiva, desórdenes del ritmo cardíaco y posiblemente de enfermedad isquémica coronaria (angina de pecho).





Enfermedades respiratorias





Se han hallado evidencias físicas de neumoconiosis en momias del Museo de Manchester, así como de tuberculosis pulmonar en muchos otros casos. En el papiro Ebers aparecen remedios para la tos y se describe lo que parece ser la producción de esputo purulento.






Enfermedades gastrointestinales





La paleopatología ha vertido muy poca luz respecto a las enfermedades del estómago y los intestinos padecidos por los antiguos egipcios. La obstrucción estomacal ha sido posiblemente identificada en el papiro Ebers (188-208), a la cual se le daba una atención especial. En sus escritos, el historiador griego Heródoto señaló que los egipcios estaban obsesionados con sus intestinos y que gran parte de su farmacopea estaba dedicada a facilitar los movimientos intestinales mediante el uso de laxantes para evacuar las heces. En el propio papiro Ebers aparecen remedios para refrescar el ano y alejar el calor, sugiriendo infección, probablemente fúngica, u otra relacionada con esquistosomiasis; también se documentan las hemorroides.




Enfermedades urinarias



Los cálculos renales y de la vejiga urinaria son poco frecuentes en las momias. En la sección urinaria (261-283) del papiro Ebers incluye consideraciones acerca de poliuria, relacionada probablemente con diabetes y otros problemas de la micción relacionables con la cistitis. Remedios para eliminar la obstrucción de la vejiga son también hallados en el papiro, lo que sugiere una etiología originada por la constricción uretral o inflamación de la próstata.




 

Enfermedades del sistema nervioso



Aunque no hay evidencia de que los antiguos egipcios conocieran la función del cerebro, existen excelentes descripciones de las consecuencias neurológicas provocadas por heridas en la médula espinal en los casos 31-33 del papiro Edwin Smith. Existe también una posible referencia a la parálisis de los nervios faciales en el papiro de Berlín, párrafo 76. En el papiro Ebers se refiere un caso de migraña (250).




















Enfermedades estomatológicas



El desgaste de los dientes fue un problema universal en la antigüedad, causado por la masticación de partículas duras en los alimentos. Esta dolencia resultaba en parte por causa del molido del grano con piedras y de la arena depositada en los alimentos; esto semejoró gradualmente durante el Período Tardío. Las caries fueron extremadamente raras hasta el primer milenio a.n.e., probablemente por la ausencia de azúcares en la dieta; su aparición se incrementó en el período tolemaico junto con la disminución del desgaste. Los abscesos dentarios eran muy comunes. La enfermedad periodontal (de las encías) estaba ampliamente distribuida, llegando a provocar la pérdida de soporte alveolar y con ello del diente.













Enfermedades ginecológicas



Desafortunadamente el papiro Kahun (o papiro ginecológico) dice muy poco acerca de desordenes ginecológicos, dedicándose casi por completo a asuntos de preñez y contracepción. Sin embargo el papiro Ebers continene un amplio rango de prescripciones para dolencias femeninas (783-839). Entre estas se encuentran el prolapso uterino, fístulas entre el útero y la vejiga, quistes ováricos, amenorrea y menorragia, entre otras patologías no reconocibles. También en el Ebers se encuentran remedios para la caída de los senos (808), sin embargo es difícil de discenrir desórdenes más graves como tumores u otras affecciones relacionadas con la lactancia.













LA FARMACOPEA EGIPCIA


La Farmacopea nos lleva a las preparaciones de laboratorio, penetrando en un dominio especialmente egipcio, puesto que la química deriva de su nombre: KEMI (Tierra Negra, Egipto).
Citaremos en primer lugar la materia médica, en cuyas prescripciones se encuentran sustancias de todos los orígenes. 









Gracias a Dioscórides, Hipócrates, y Plinio el Viejo una buena parte de esta droguería pudo pasar al formulario médico de la Edad Media y subsistir aún entre algunos curanderos.
Fueron los alquimistas alejandrinos y árabes quienes mantuvieron la vigencia de esta ciencia, que alimentó los laboratorios secretos de los buscadores de la Piedra Filosofal, y despierta el interés de grandes químicos actuales.
La Farmacopea Egipcia era tan variada como pintoresca. 







Se fabricaban drogas, perfumes y ungüentos en los laboratorios de los templos, para las necesidades del culto (fumigaciones, purificaciones y curaciones de las estatuas divinas). 


El ritual enumera plantas, piedras raras, aceites minerales o vegetales, grasas animales, resinas, hierbas, baños de natrón que conservaban los cuerpos momificados. 


Utilizaban desde plantas medicinales hasta una infinidad de productos, algunos extraños y aún repugnantes para nosotros. 



Ciertos ungüentos estaban compuestos hasta de 37 ingredientes diferentes, como sangre de lagarto, secreciones de oído de cerdo, excrementos de niño, de asno, de perro, de gacela, de hipopótamo, e incluso… ¡de mosca!, combinados todos ellos con leche materna, aceites finos y con otras grasas de origen animal.

Existían medicamentos para curar quemaduras, mordeduras, picaduras de insectos, lesiones por espinas, etc.

Entre los medicamentos hallamos toda clase de jarabes, ungüentos, polvos, supositorios y enemas.
El médico egipcio prescribía mucho el aceite de ricino y los aceites simples. 

 

Las enfermedades digestivas se combatían con ricino, lavados de estómago, lavativas, etc.
Conocían y trataban la Bilharziosis (enfermedad parasitaria producida por ciertos gusanos) . 

También, con eficacia relativa, las cataratas y demás afecciones oftálmicas: 

"…Para curar el tracoma, los ojos deben ser tratados con sangre de lagarto.
Para remediar la pérdida de la visión, se recomienda poner sobre los ojos hígado de buey y exprimido…"

 Un buen tratamiento para las quemaduras es "…la aplicación de suelas de sandalias quemadas". 





Conocían los valores curativos del ajo, la acacia, el anís, el comino, etc.; de determinadas plantas psicoactivas como la mandrágora, el beleño, la adormidera y varias especies de "daturas" que se administran con cerveza y vino, inicialmente sólo con criterio mágico. 

Empleaban también anestésicos obtenidos a partir de ciertas sustancias minerales. 

Utilizaban el cobre, el sulfuro, el carbonato de sodio, el arsénico y el bicarbonato.
Entre los productos animales se servían de la bilis, la sangre, el tuétano, hígado, bazo, etc.
Se administraban las drogas en ciertos pastelillos usados como vehículos, con instrucciones muy similares a las que se indican en la actualidad sobre dosis, horarios y modos de empleo.
En un papiro de la XII Dinastía se habla de cierta clase de hongo que crece en las aguas estancadas y que se utilizaba para tratar ciertas llagas y heridas abiertas (¿paralelismo con futuros antibióticos?). 



También algunos se utilizaban como lo hacen los charlatanes de hoy, para acabar con la calvicie, la impotencia, o porque poseían ciertos poderes mágicos. 

Otros tratamientos derivan de observaciones adecuadas como las inhalaciones para calmar la tos: 

"…1/32 de la planta tiam, idem de la pulpa de dátil. Se tritura todo y se pone al fuego. Deberá inhalarse el vapor con una caña durante todo un día…" 



Se menciona un centenar de medicamentos, algunos aplicados a enfermos con poder y fortuna pues "…eficaces eran, pero también sumamente caros…" 

Utilizan cánulas para la alimentación artificial, que confeccionan con tallos huecos recubiertos de lino.
Las recetas se acomodaban a la edad del paciente y a la estación del año.
Ocasionalmente se recuerda a los "sheasau" (trucos), curiosos remedios con los que se actuaba por sugestión.
Así, ante una mujer próxima a la ceguera y con dolores profusos, se recomienda: 

"…Estos son desechos de la vulva, que afecta a tus ojos. Para esto te haces una fumigación de la vulva con incienso y aceite fresco. Fumígate los ojos con patas de abejaruco y después te comes el hígado de un asno…" 


El médico podía suministrar un remedio con su pizca de magia. Así, en casos de dolores o envenenamiento se pintaba la imagen de un dios en la palma de la mano del enfermo con la indicación que la lamiera; indudablemente que no se trataba de colorantes sino de medicamentos; si el enfermo se aliviaba, era por efecto "milagroso".




El Papiro Smith tiene "un libro para la transformación de un viejo en un hombre joven". Dice el escriba: 

"…Remedio que se ha manifestado eficaz miles de veces…" 

Lamentablemente sólo da consejos para ocultar la calvicie, las manchas oscuras de la cara, las arrugas y lo enrojecido que perjudica a la epidermis.


Con frecuencia los remedios van acompañados de sortilegios y alusiones a una determinada divinidad (ISIS, THOTH, HORUS, OSIRIS, RA, ANUBIS, IMHOTEP, AMON) que intervendrá para ayudar al médico. 





Pronunciar con una voz justa tales o cuales fórmulas mágicas, era asegurarse una seria probabilidad de curación.
El cólera, la peste, la lepra, la tuberculosis, la viruela y el cáncer eran conocidos y requerían la intervención del clero con sus procesiones, plegarias y exorcismos. 

 Uno de los azotes más terribles fue el hambre, traducido en diversas manifestaciones: escorbuto, disentería, úlceras, raquitismo, etc. 

Para los hambrientos podía no existir la medicina más adecuada, el alimento.





EL LEGADO DE LA MEDICINA EGIPCIA

Los gobernantes griegos ptolomeos residían en Alejandría, el más importante centro médico, cultural y científico de la antigüedad. El fundador de la Dinastía creó el museo, mezcla de universidad, centro de investigación y residencia para los estudiosos de la época. 






Tenía una inmensa biblioteca e instalaciones donde se hacían disecciones en cadáveres humanos y se estudiaban también animales y plantas (Jardín Botánico y Zoológico). Fue incendiada durante la campaña de Julio César en Egipto (48 a.C.). Entre los volúmenes custodiados en el Bruchion y el Serapeum se perdieron más de 700 000 de ellos. Se tenía un catálogo completo de autores, contenido en 120 libros.

En Alejandría confluyeron culturas e ideas de todo el Mediterráneo, el Próximo Oriente y de la India, pesando sobremanera la tradición egipcia local. La cultura griega asumió estos elementos y los plasmó en su idioma. 

 En el siglo III a.C. la anatomía experimentó grandes progresos con investigadores como Serófilo y Erasístrato, médicos prácticos que utilizaron la anatomía y demás conocimientos científicos como sólidos fundamentos para su esmerada profesión. 












    Redford, Donald. [Ed.] The Oxford Encyclopedia of Ancient Egypt. Vol. I. Oxford: Oxford University  Press, 2001.





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