A veces, cuando las rodillas me dan el día, como hoy, me
acuerdo de ti mamá.
Recuerdo aquellas cosas que contabas sobre los médicos a los
que me llevaste, y lo poco o nada que supieron decirte al respecto.
“se te ponía la
pierna como una Z y te retorcías de dolores, sólo la prima Tomasa te vió un día
en esas condiciones”
“El médico nos
dijo que te lleváramos cuando eso ocurría, pero nunca fue posible”
“Te pusieron
unas plantillas que te destrozaban los pies.
Siempre ibas
con botas (incluso en pleno verano) y se te cocían los pies.
Un día, harto
ya, papá dijo que ya no volvías a
ponértelas... y creo que aquello hasta te mejoró”
Con los años, he aprendido (o más bien supuesto) que
aquellas plantillas no me hicieron bien.
Ahora, a lo que tengo le dicen Valgo, y encima soy
genuflexa.
Hoy, la sensación de que las rodillas (sobre todo la
izquierda, la del condroma) no me pueden sujetar, me recuerdan lo que luchaste
por mis piernas... y lo poco que eso sirvió.
Mis esguinces, mis caídas... te preocupaban en exceso...
Tengo dos piernas y eso es más de lo que tienen algunas
personas.
Yo cuando tengo ese dolor, pienso en ti.
En esa Z que me formaba la pierna, y me siento limitada.
Me siento insegura al caminar, pero saber que siempre
luchaste por ello me hace tener fuerzas para andar todos los días...
Aunque el cuerpo y el alma me llamen a estar tumbada.
Últimamente la idea (toda la vida barajada) de entrar en quirófano me asalta varias
veces.
Me da miedo.
Pienso en lo que decías el día que entré en uno para quitarme
la safena:
“Has estado
tantas veces mala, que al verte entrar en quirófano pensé: “que salga de ésta,
Señor” y eso que no era más que una variz... un rato”
Ahora, ante la expectativa de volver a entrar... y sobre
todo de soportar una recuperación que promete ser larga y desesperante, intento
pensar en la inmensa suerte que es tener dos piernas; aunque me hayan limitado
mucho.
Me han impedido (y siguen haciéndolo) hacer todas las cosas
que siempre me gustaron:
Aprender a
esquiar, montañismo, senderismo, bailar...
Cada día tengo que hacer unos planes distintos para seguir buscando una excusa que me haga sentir segura.
Y siempre me acuerdo de ti...
Tuviste una vida francamente dura y siempre seguiste
adelante.
¿No voy a hacer yo lo mismo?
¿No voy a seguir sonriendo aunque a veces cueste hacerlo?
No sé si debo escribir sobre ti, Madre.
Pero sé que voy a hacerlo.
Porque es mi manera de decirte lo que debí decir cuando aún
estabas viva.
¡Que estoy orgullosa de mi cordón umbilical!
¡Que te echo de menos!
¡Que te necesito para contarte mis miedos y decirte que aún
así, voy a seguir luchando!
Madre, nunca podré devolverte lo que me diste... pero voy a
intentar hacerlo hablando de ti.
Sin prisas, sin tiempo...
Pero lo necesito.
Supongo que ese día decidí, que guste o no... necesitaba hablar de ella.
ResponderEliminarDe mi madre, esa Bella Mujer
Nada que decir. Sólo que se te quiere mucho.
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