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martes, 24 de septiembre de 2013

Jueves 12, continuamos el curso.














   Para la segunda ponencia, tuvimos el honor de contar con nosotros con Jesús Cepeda Ruiz, profesor tutor de la Uned en Madrid y un tema (para mí) bastante desconocido:





EL SUEÑO ESPARTANO: LICURGO





El estudio de la sociedad espartana durante los periodos arcaico y clásico ha estado siempre acompañado de una mezcla de leyenda y realidad histórica de la que resulta difícil desprenderse.


La tradición nos cuenta que fue el legislador Licurgo el creador de la Constitución de Esparta.




Licurgo, legislador de los lacedemonios, era hijo de Eunomo, rey de Esparta y hermano de Polidecto que reinó después de su padre. 


La viuda de éste ofreció a Licurgo que se casase y reinase con ella; pero éste rehusó, contentándose con ser el tutor de su sobrino Carilao, hasta que llegado a la edad requerida subió al trono, que fue 870 años antes de la Era cristiana. 


A pesar de su noble y austera conducta fue calumniado, y se ausentó de Esparta. 

Viajó para estudiar las leyes y costumbres de otros países. 


Al regresar de sus viajes dio Licurgo a los lacedemonios leyes justas, severas y sabias, aunque entre ellas las hubo que merecieron justa crítica, como fue la que ordenaba abandonar a toda criatura que naciera con alguna imperfección en su cuerpo. 

Esta pretendida legislación (la de Licurgo) es lo contrario de lo que los griegos solían entender por legislación.


Tras la Segunda Guerra Mesenia, los espartanos no van a tener que preocuparse por desarrollar actividad económica alguna, ya que cada uno recibía, con su lote de tierra, un grupo de esclavos (ilotas). 


Se creó en Esparta una sociedad militarizada y al ciudadano se le exigirá que se sacrifique subordinándose al Estado. 


La educación se orientaba a asegurar la defensa de la comunidad. 


El Estado era el dueño de todo. Tenía un carácter comunal y cuidaba de que no hubiera diferencias entre los espartanos. 





Se trataba de evitar la acumulación de riqueza, de hecho no tenían monedas. 

El estado se encargaba también de la educación de los ciudadanos, que dejaban su hogar a los siete años para pasar a la casa común. 


La mayor parte de los poderes políticos y administrativos de Esparta estaría en manos de la Gerusía (también llamada la justicia de lo viejos), dirigida por hombres mayores de 60 años de edad, quienes tendrían rápida comunicación al Oráculo de Delfos, y tomarían cualquier decisión que atañera al conjunto de la ciudadanía espartana (homoioi).


Esparta no tendría un único rey, sino dos reyes, es decir una diarquía, aunque se desconocen las razones originales que motivaron esta reforma. 

Ambos participaban en las decisiones internas, tendrían los mismos derechos y su autoridad sólo podía ser cuestionada o revocada por la aristocracia.


Los reyes de Esparta recibían una educación igual a los demás espartanos, pero tan pronto finalizaban sus estudios recibía la instrucción necesaria para ocupar el poder.


Todo ciudadano espartano nacía para la guerra, para proteger el estado y viviría en equidad con todos los ciudadanos de Esparta.


Todo ciudadano espartano vestiría una túnica roja y llevaría el cabello largo para que se le identificase como tal.


Al cumplir siete años, los jóvenes espartanos debían partir de su hogar y ser educados en la comuna donde recibían su instrucción militar y civil, aprendían los principios de defensa y tomarían la definitiva identidad espartana.


En la comuna no se servía comida. 


Por el contrario, se le enseñaba al joven espartano a escabullirse para robarle a los campesinos hilotas y así, de este modo desarrollar su sigilo. 






También se le enseñaba a volver a la comuna para no ser castigado.


Si un joven espartano era atrapado fuera de la comuna, sería enjuiciado de acuerdo a las leyes de Licurgo.


Con 21 años, el espartano debía someterse a una última prueba: se enviaba a los estudiantes más destacados a lo largo de su instrucción en la comuna a las montañas del occidente de Lacedemonia, armados con una lanza y una daga

Tenían que regresar a Esparta con el cadáver de un hilota, para demostrar de este modo su identidad.


A los dos graduados más exitosos de la comuna se los enfrentada entre sí. 

Quien sobreviviese sería honrado con una posición en la guardia personal de 300 hombres del rey.

Todos los ciudadanos de Esparta, mujeres y niños que no residiesen en la comuna debían presentarse tres veces al día en un comedor comunitario, donde la comida (sisitia) se servía por los ilotas.



 No es una codificación de leyes particulares civiles y públicas, sino el nomos, en el sentido originario de la palabra: una tradición oral, dotada de validez, de la cual sólo unas cuantas leyes fundamentales y solemnes —las llamadas rhetra— fueron fijadas en forma escrita.


Entre éstas se hallan las relativas a las facultades de las asambleas populares que nos ofrece Plutarco.


Las fuentes antiguas no consideran este rasgo como un residuo de un estadio primitivo. 


Lo consideran, por el contrario, en contraposición con la manía legisladora de la democracia del siglo IV, como obra de la sabiduría previsora de Licurgo que, como Sócrates y Platón, otorgaba mayor importancia a la fuerza de la educación y a la formación de la conciencia ciudadana que a las prescripciones escritas. 


Cierto es que cuanta mayor importancia se concede a la educación y a la tradición oral, menor es la constricción mecánica y externa de la ley sobre todos los pormenores de la vida. 


Sin embargo, la figura del gran estadista y pedagogo Licurgo es una interpretación idealizadora de la vida de Esparta, desde el punto de vista de los ideales educadores de la filosofía posterior.

Licurgo fue un legislador de Esparta, acerca del cual se ha discutido, desde la Antigüedad, cuál fue el momento histórico en el que vivió; incluso no resulta claro determinar si fue realmente una figura histórica. 





Se le han adscrito cronologías que van desde el siglo XII a. C. hasta el año 600 a. C., pero predomina la opinión de que las fechas más probables son el siglo VII a. C. y el siglo IX a. C. 

Fue citado por historiadores antiguos, como Heródoto, Jenofonte y Plutarco

Muchos historiadores creen que Licurgo fue el responsable de las reformas comunalistas y militaristas que transformaron la sociedad espartana en la segunda parte del siglo VII a. C., denominada Gran Retra.

Se cuenta que su compromiso con sus leyes era tal que, tras hacer jurar a los espartanos que las acatarían hasta su regreso a la ciudad, se quitó la vida al salir de esta, para así, asegurar su aplicación perpetua.

Los principios sobre los que se fundan las reformas que se le atribuyen fueron: 

la subordinación de todos los intereses privados al bien público, la imposición de una estructura social modelada sobre la vida militar, en la que la educación de los jóvenes estaba encomendada al propio Estado, y la obligación de sobriedad en la vida privada. 

Más genéricamente, se puede expresar en tres ámbitos: buena educación, menosprecio de la riqueza y amor a la patria.



Se le atribuye el pensamiento de que "Lo importante de las leyes no es que sean buenas o malas, sino que sean coherentes. Solo así servirán a su propósito".




Un tema más que interesante, la verdad.
Después de ésto, acaba nuestro primer día de curso.


 Algunos nos vamos a tomar algo y cenar y otros nos despedimos.




Mañana a las 9,30 empezamos de nuevo, que tenemos excursión al museo Arqueológico.

Una visita siempre interesante y sobre todo, recomendada para los que no lo conoceis, si ... paseando por Palencia llegais a la Plaza del Cordón...

¡¡Tá mañana!!

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