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martes, 14 de octubre de 2014

Y llegó el sabado: el banquete y el Sexo



Buenos dias.
Hemos llegado al último dia del curso.
Aún tenemos dos ponencias por delante que nos hablaran del banquete y del sexo en la antigua Roma, y por la tarde nos vamos de excursión a Monte Bernorio...
O sea que no os lo perdais.


Empieza la mañana (hoy una hora antes) el profesor Raúl Gonzalel Salinero. Doctor de Historia Antigua en la Uned que nos va a deleitar, ya de mañana con su ponencia sobre:





HORA UNDECIMA: EL BANQUETE








Aparte de los espectáculos de masas, los banquetes, tanto de carácter privado como público, constituyen un signo distintivo de la cultura romana.


A pesar de su conexión con el symposium griego y etrusco, y de compartir un mismo origen en contextos principalmente funerarios, el banquete romano, conocido como convivium, está presente en nuestras fuentes como expresión máxima del ocio romano, al tiempo que se considera un nítido reflejo de las categorías y costumbres sociales imperantes en la Roma Antigua.




El comportamiento en el banquete distaba mucho de los hábitos observados en las íntimas comidas familiares, pero estaba muy próximo a los convencionalismos y normas por los que se regía la sociedad romana.






Aunque en un contexto dominado por la ostentación, el exceso y, a menudo, el desenfreno, las fiestas nocturnas celebradas en las mansiones de anfitriones acomodados reproducían a una escala menor la misma estructura jerárquica de relaciones desiguales que imponía el complejo entramado social romano en cualquier ámbito público.




A la vista del trato, disposición y composición del grupo de comensales, la cena representaba un acto social de primera magnitud, pues servía para articular y renovar toda una cadena de fidelidades y deberes entre individuos de diversos grupos sociales.






 Estas reuniones en torno a una mesa, plenas de agasajos y cortesías, ofrecían la ocasión propicia para prestar los debidos homenajes, tanto modestos como fastuosos; constituían, además, el punto de referencia de un círculo social renovado y cambiante; el eje de un acto codificado abierto, eso sí, a licencias sin medida; un mecanismo de reconciliación social y de restablecimiento de jerarquías sociales; una muestra de poder, de riqueza y de fatuidad; un agente, en definitiva, desencadenante y regulador de las más refinadas manifestaciones del modus vivendi romano.




A pesar de que su significado se transformó profundamente, el banquete romano derivaría, a través del tamiz judío, en una comida ritual o ágape (convertida después en la eucaristía) que serviría como elemento de identidad y cohesión en las primeras comunidades cristianas.









Como en otras muchas actividades de la vida romana hay un lugar para los dioses: a los Lares (protectores de la casa) y a Baco (dios del vino) se les ofrecían en diferentes momentos de la celebración alimentos y libaciones de vino, ofrendas que también iban dirigidas a apaciguar los espíritus de los antepasados.











El banquete solía comenzar tras la visita vespertina a las termas, hacia las 4 u hora décima. 

Se dividía en dos partes: durante la primera tenía lugar la “cena” y en la segunda, siguiendo la costumbre griega del simposio, se celebraba la “comissatio”, principal momento de la reunión, dedicado al consumo de los vinos más selectos y a disfrutar de la tertulia y otros entretenimientos. 






Su duración, que podía alargarse hasta altas horas de la noche, dependía del estatus social del anfitrión y del carácter más o menos festivo de los invitados.














Hora undécima: el banquete

Raúl Gonzalez Salinero

Uned Madrid











Llegamos a la última ponencia de este curso.

Será impartida por la profesora de Historia Antigua de la UNED Ana María Vazquez Hoys.








SEXO SIN HORA







La sexualidad en la Roma antigua generalmente no tiene las categorías modernas de «heterosexual» u «homosexual». En su lugar, la característica diferencial era actividad versus pasividad, o penetrador versus penetrado, equivalente a los términos modernos de activo y pasivo.



La pasividad masculina simbolizaba pérdida de control, la virtud más preciada en Roma.

Era social y legalmente aceptable para los hombres romanos tener sexo así con mujeres y hombres prostitutos como con esclavos, siempre y cuando el hombre romano fuese el activo. 



Leyes tales como Lex Scantinia, Lex Iulia y Lex Iulia de vi publica regulaban las actividades de sexo homosexual entre hombres libres y, tanto Lex Scantinia como otras legislaciones especiales de la milicia romana, ponían pena capital a estas prácticas. 



Un hombre que disfrutaba siendo penetrado era llamado pathicus o catamita o cinaedus, duramente traducido como «pasivo» en sexología moderna, y era considerado como débil y femenino.








Sin embargo, estas leyes eran evadidas en un rango desconocido con esclavos y bárbaros a quienes no abarcaban, ya que no eran considerados seres humanos; eran pasivos o activos, aunque cualquier romano que se dejara penetrar era mirado con desdén. 


Los esclavos eran considerados res (cosas) y podían ser usados libremente para situaciones que serían de otra manera ilegales, aunque, a diferencia de las actividades heterosexuales, las homosexuales con esclavos no eran alentadas como una forma de placer sexual. 


De hecho, esto era más bien una forma de castigo al mal esclavo, intrínsecamente idéntica a los azotes.



"El adulterio en Roma, como en todas partes del Mundo Antiguo, era definido como la actividad sexual entre una mujer casada y un hombre que no es su marido"




La división de clases decidía cuán importante era la situación.








El castigo para esta práctica variaba dependiendo de la situación. 


En la mayoría de los casos «las penas criminales eran ordenadas para la mujer adúltera y su amante.

Aquéllas eran mayormente patrimoniales en naturaleza, dictando la confiscación de la mitad de la propiedad del adúltero, un tercio de la de la mujer, así como la mitad de su dote.»


A veces el castigo permitido era que «un marido podía matar a su esposa si la sorprendía cometiendo adulterio; pero ciertamente era requerido que se divorciase».


El hecho de que la familia sea manejada por el padre o el hombre mayor, es importante. La implementación del castigo sería la responsabilidad de dicho hombre. 




En muchos casos, si la muerte no era la pena, «la mujer convicta tenía prohibido volver a casarse».



La meta de estas leyes era la limpieza moral de Roma y mantener las clases sociales intactas.





El concubinato (Latín: contubernium; concubine=concubina, considerado más suave que paelex, que hace referencia a la amante del hombre casado) era la institución practicada en la Roma antigua que permitía a un hombre tener una cierta relación ilegal sin repercusiones, con la excepción del envolvimiento de prostitutas.






Esta poligamia de facto —los ciudadanos no podían casarse o cohabitar legalmente con una concubina mientras se tuviera una esposa legal— era «tolerada hasta el punto en que no era una amenaza para la religión e integridad legal de la familia».




La institución del concubinato tenía una función práctica, proveyendo las únicas relaciones sexuales lícitas fuera del matrimonio; otras eran consideradas ilegales, sobre todo la prostitución. 


Las Leges Juliae del emperador Augusto dieron el primer reconocimiento legal al concubinato, definiéndolo como la convivencia sin matrimonio. 



Esta práctica definió muchas relaciones y matrimonios considerados inapropiados bajo la ley romana, como el deseo de un senador de casarse con una esclava liberada, o su convivencia con una exprostituta. 


Esta tipo de cohabitación variaba poco del matrimonio, excepto en que los herederos de esta unión no eran considerados legítimos. 


Era la razón usual por la que un hombre de alto rango viviese con una mujer luego de la muerte de su primera esposa; entonces los reclamos de los hijos de su primer matrimonio no podían ser disputados por los de la segunda unión.



La prostitución en la antigua Roma era símbolo de vergüenza. 


La falta de reputación era reflejada en la ley, la cual, en la República Tardía y principios del Principado, la clasifica a sus practicantes como «infames» —traducido como «falta de reputación»—.


Los fragmentos de fuentes legales sobre la prostitución son primariamente encontrados en el Cuerpo de Derecho Civil que fue compilado en los primeros años del siglo VI.



Desde el siglo I dC, empiezan a circular una especie de monedas a las que llamaban spintrias, 











Una spintria es una ficha romana, que posiblemente tenía valía en los burdeles y normalmente representaba actos o símbolos sexuales. 


Suelen estar acuñadas en latón o bronce y rondar los 20 milímetros de diámetro.



Quienes se dedicaban a la prostitución no tenían permitido hablar por otros en una corte. 

Generalmente tampoco podían realizar acusaciones y no tenían permitido tener candidaturas a magistraturas. 

Podían ser golpeados, mutilados o violados con impunidad. 


El estado de prostituta/o tenía que ser registrado legalmente.



La infamia era una importante herramienta cultural para la regulación del buen comportamiento. Era la pérdida formal de la buena reputación (fama).



Esta pérdida a través de comportamiento vergonzoso, como la prostitución, significaba un estigma legal que privaba a los ciudadanos de muchos privilegios legales. El miedo a la vergüenza en los ojos de la comunidad era claramente una fuerza importante en la regulación del comportamiento.





Las restricciones en la sexualidad, específicamente la femenina, variaban entre las clases sociales; las mujeres de clase baja, tanto como las esclavas, tenían permitida más libertad sexual y reglas menos rígidas que las de clase alta. 
 







Sin embargo, hay evidencia de prácticas sexuales aceptables para todos los romanos, incluyendo el uso de afrodisíacos, o «pociones de amor», tanto para hombres como para mujeres





En la Roma imperial la violación ocupaba un lugar importante en la vida sexual, se atropellaba sin vergüenza y se consideraba que el individuo forzado obtenía placer de ello. 




El modelo de la sexualidad romana era la relación del amo con sus subordinados (esposa, pajes, esclavos), es decir, el sometimiento. 




El placer femenino era totalmente ignorado o presupuesto. En la moral sexual la oposición era someter/ser sometido. 




 

Someter era loable, ser sometido era vergonzoso solamente si se era un varón adulto libre. Si se era mujer o esclavo era lo natural.






Durante la monarquía en Roma, la violación fue considerada un delito bajo la Lex Julia tipificándose dentro de la Ley de las XII tablas bajo el título de iniuria, el cual fue penado bajo la pena de muerte que únicamente podía ser evitado con el exilio del autor del delito y la confiscación de todos sus bienes. 







El bien jurídico tutelado era la castidad de la mujer, el honor de su padre si era virgen y el honor de su esposo si era casada, por ende no se puede hablar durante este período de una lesión de la libertad sexual porque las mujeres no podían decidir con quién mantener relaciones sexuales.


















He grabado toda la charla en la Tablet.

Tiene mal sonido.

Cuando sepa cómo hacerlo, os paso el video.



No os vayáis, que queda nuestra excursión a Monte Bernorio.

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