HORA SEPTIMA: EL FORO
Desde el amanecer hasta última hora de la noche la actividad
en una ciudad como Roma era febril.
En la vida de un ciudadano romano, apenas tenía cabida la
ociosidad.
Las actividades lúdicas, profesionales o ciudadanas les mantenían constantemente ocupados.
Las actividades lúdicas, profesionales o ciudadanas les mantenían constantemente ocupados.
Y ocupados nos va a tener a nosotros Javier Cabrero Piquero,
doctor de Historia Antigua de la Uned.
Acabamos de volver de comer, y será metiéndose en el papel
de un romano llamado GAYO ASINIO POLION, que de camino al foro, nos va a explicar cómo transcurre esa
hora séptima.
La visita al foro era obligada y casi cotidiana.
Allí se enteraban de las noticias, de las nuevas conquistas
y también de los desastres militares.
Era fuente de chismorreos ciudadanos y también de falsas
noticias.
Era el mentidero de la ciudad.
En un principio era un espacio abierto, sin edificios, en el
que la gente se reunía los días de mercado y en las fiestas religiosas, para
las elecciones y para otros acontecimientos públicos; con el tiempo, se
convirtió en el centro político donde estaban los edificios civiles y
administrativos y los templos más importantes.
Con frecuencia tenía arcos en ambos extremos de las calles o
carreteras que lo atravesaban.
Esa plaza, cuyo nombre significa mercado, estaba rodeada de
tiendas que, andando el tiempo, fueron reemplazadas por monumentos.
En el Foro era donde se reunían el senado, los tribunales y
las asambleas populares.
Al lado se alzaba la basílica Emilia, edificio que servía de
tribunal.
En las inmediaciones había varios templos, entre otros el de
Vesta y el de Cástor y Pólux.
La plaza misma estaba adornada con arcos de triunfo,
estatuas y monumentos de todo género; el más famoso era la tribuna de las
arengas o Rostrales, cuya decoración consistía en los espolones de las galeras
tomadas al enemigo.
Todas las vías romanas partían de un poste dorado, colocado
en medio del Foro, con lo cual se indicaba que la cabeza del imperio romano
estaba allí.
El senado estaba instalado en un palacio llamado la Curia, vasta sala situada en un
declive y amueblada con bancos de madera, únicamente.
Esa asamblea se componía de trescientos a seiscientos
miembros escogidos por los censores, entre los ciudadanos que habían
desempeñado por lo menos las funciones de cuestor; se reunía en la Curia o
palacio del senado, bajo la presidencia de un cónsul o de un pretor
El presidente leía el texto del proyecto en deliberación y
tomaba la opinión de los senadores, interrogándolos uno a uno.
El que tenía derecho a ser interrogado primero, se llamaba princeps senatus.
La palabra era libre, y no podía ser retirada a un orador.
Cerrada la discusión, se pasaba al voto, que no se hacía ni
por medio de boletines ni alzando la mano.
Los senadores se levantaban e iban a colocarse en hilera,
unos a la derecha y otros a la izquierda de la sala, luego se contaba el número
de personas de cada grupo.
Adoptada la proposición, ésta se convertía en decreto
llamado senado consulto.
Los tribunos de la
plebe asistían a esas deliberaciones y podían suspenderlas con su veto.
En el Foro había siempre manifestaciones
"oficiales".
Era allí donde los magistrados tenían su sede y sus
despachos: los cónsules y los senadores en la Curia, los tribunos de la plebe
en el Comicio, los pretores en los tribunales.
Desde la tribuna de los
Rostros, los magistrados y los candidatos a los cargos públicos peroraban a
la muchedumbre, en el Comicio el pueblo elegía las magistraturas y en la Curia
se reunía el Senado.
Allí se hacían las procesiones religiosas y los sacrificios
a los dioses, así como los grandes acompañamientos fúnebres que a veces se
detenían ante los Rostros, desde donde se pronunciaba el elogio al difunto
En la plaza, antes de la construcción de los anfiteatros, se
hacían las luchas de gladiadores ofrecidas al pueblo gratuitamente.
Un panorama lleno de animación y sumamente atractivo de la
vida que se desarrollaba en el Foro durante la época republicana nos la da
Plauto en su comedia "Curculio", subrayando con agudeza el aspecto característico
de cada lugar, según las personas que lo frecuentan:
"Allá, en el Comicio en donde están sentados los jueces
y desde la tribuna en donde hablan los oradores, ves a los perjuros, mentirosos
y simuladores; cerca de la estatua de Marsia, abajo en la plaza, los abogados,
pleiteantes y testigos; cerca de las tiendas viejas y nuevas frente a la
basílica, las rameras, los banqueros, usureros y corredores; en el ínfimo foro,
las personas serias y de bien que tranquilamente se entretienen; en el medio,
al lado del canal, la canalla (canilicolae), los parásitos que esperan las
propinas de los ricos, y los ebrios; en la parte alta, los murmuradores y
maldicentes. Detrás del templo de los Cástores y del Vico Tusco, se reúne la
gente asquerosa y de mala fama; en el Velabro vemos a los horneros, carniceros,
arúspices, jóvenes afeminados; junto a la fuente de Juturna, los enfermos que
beben su agua milagrosa; en el cercano mercado del pescado, los sibaritas.
Además, por doquiera, una muchedumbre de ociosos y vagabundos, los forenses,
que cuando no están ocupados en juegos de azar, se dedican a propagar noticias
falsas y juzgan con la mayor ligereza los actos del gobierno..."
La última ponencia del viernes se refiere también a la
última actividad social tal vez, de los romanos.
Aunque después vendrá la cena (que veremos mañana sábado)
hoy, Juan José Palao Vicente, profesor de la Universidad de Salamanca
nos va a hablar de
HORA NONA:
DIVERSIÓN Y ESPECTÁCULOS
Los romanos apreciaban mucho el ocio, y lo usaban, sobre
todo, para realizar actividades divertidas y placenteras, además de para
socializar entre ellos.
Cada clase social tenían diferentes diversiones pero todas
compartían cosas en común, como las fiestas religiosas, los espectáculos y
otras celebraciones típicas de la cultura romana.
Los emperadores recreaban al pueblo con grandes y repetidas
fiestas.
En Roma había ciento sesenta y cinco días de fiesta al año,
algunas de ellas duraron cien días seguidos.
Dichas fiestas eran espectáculos que se celebraban en el
teatro, en el circo y en el anfiteatro.
Empezaban por la mañana y se terminaban a la puesta del sol.
Cuando asistía el emperador se repartían sorpresas, golosinas y vino.
TEATROS: En los teatros se representaban comedias,
tragedias, farsas y pantomimas.
Las comedias eran las obras dramáticas que
Plauto y Terencio traducían o imitaban del griego, y que tanto gustaron a los
romanos hasta el siglo IV. Las tragedias
eran menos apreciadas.
Las farsas o atelanas, así llamadas porque, según Diomedes,
ese género dramático se creó en Atela, ciudad de Campania, eran piezas en un
acto, muy jocosas, parecidas al entremés o al sainete que conocemos.
La pantomima era una pieza dramática en que el actor, mimo o
pantomimo, en vez de hablar, explicaba lo que sentía por medio de gestos.
El teatro romano era, pues, un espectáculo que recreaba la
vista, más que el espíritu.
CIRCO ROMANO: El circo, estaba destinado a las carreras;
pero también podía servir para realizar representaciones que conmemoraban los
acontecimientos del Imperio, como las naumaquias (batallas navales simuladas),
que requerían llenarlo con agua (hay restos de conducciones para ese fin en el
circo romano de Calahorra).
Los circos romanos, inspirados en los hipódromos y estadios
griegos, solían ser de medidas mucho mayores que estos; eran recintos alargados
con remates circulares en los extremos y con una arena recorrida en su centro
por una barrera central (la spina, donde se solían colocar columnas, estatuas y
obeliscos conmemorativos) que formaba dos calles por donde corrían las cuadrigas
tiradas por caballos.
Los contadores de vueltas solían ser huevos de piedra o estatuillas de delfines.
En el circo se daban carreras de carros y de caballos.y llegaban a tener cabida para 300,000 espectadores.
Los contadores de vueltas solían ser huevos de piedra o estatuillas de delfines.
En el circo se daban carreras de carros y de caballos.y llegaban a tener cabida para 300,000 espectadores.
La planta tenía la forma de un paralelogramo alargado,
cerrado por un lado en semicírculo donde
se abría la puerta triunfal, y en el lado opuesto, por una línea convexa se
situaban las cocheras.
Las gradas ocupaban tres lados, y la arena o pista estaba
dividida longitudinalmente, aunque no por completo, por un muro de poca altura,
llamado espina (espina dorsal de la pista) en cuyos extremos se alzaban sendos
hitos cónicos, bastante altos y dorados, que eran las metas.
La pista tenía casi un kilómetro de extensión y era preciso darle la vuelta siete veces en cada carrera.
La pista tenía casi un kilómetro de extensión y era preciso darle la vuelta siete veces en cada carrera.
Cada día había veinticuatro carreras, comprendiendo cada una
cuatro carros tirados por dos caballos
(biga) o por cuatro (cuadriga).
Los aurigas se distinguían por el color de la túnica, según: la cuadra, orden o bando a que pertenecían verde alusivo a la primavera; rojo al verano; azul, al otoño y blanco, al invierno.
Los aurigas se distinguían por el color de la túnica, según: la cuadra, orden o bando a que pertenecían verde alusivo a la primavera; rojo al verano; azul, al otoño y blanco, al invierno.
Los emperadores dieron gran solemnidad a las carreras.
Los juegos comenzaban
con una procesión que dirigía el magistrado que presidía los juegos, y que a
partir de Calígula, dirigió el emperador; procesión en la que figuraban los
magistrados, los clientes, la flor y nata de la juventud romana, los aurigas,
los luchadores, cerrando la comitiva, los sacerdotes y las corporaciones
religiosas, las cuales acompañaban las imágenes de los dioses, con sus símbolos
y atributos.
LOS ANFITEATROS: Los anfiteatros poseen forma elíptica, con
variación en la proporción de ambos ejes según su capacidad, y con un espacio
libre llamado arena en el centro que se destina a la acción.
El público se sitúa en los anfiteatros en todo su contorno y
rodeando la arena.
Los espectadores observan las luchas que se desarrollan en
el centro, pero al contrario de los teatros, estos edificios no precisan de una
buena acústica, por ello algunos pueden alcanzar un gran tamaño y tener un gran
aforo de espectadores.
El graderío (cávea) se divide en cuatro zonas, siendo la
inferior para los senadores y altos cargos de la administración romana, la zona
media para la plebe y la superior para las mujeres y los carentes de derechos.
Primero se construyeron mediante piedra tallada, posteriormente se utilizó el
hormigón y se dispusieron arquerías y bóvedas.
Los espectáculos más típicos del
anfiteatro eran luchas de gladiadores, peleas de fieras y simulacros de
batallas navales.
Los gladiadores combatían a pie, a caballo y en carros.
Luchaban en parejas o en grupos.
Entre los gladiadores se distinguían los samnitas, que se presentaban casi
desnudos, y llevaban un gran escudo cuadrado y un sable corvo; los mirmillones, armados como los
legionarios; los hoplitas, cubiertos
de hierro como los caballeros de la Edad Media; los tracios, cubierta la cabeza con casco de anchas alas; los reciarios, armados solamente con una
red de pescar y un tridente, los
gladiadores llamados bestiarios, luchaban con animales feroces.
LOS BAÑOS PÚBLICOS:
Los baños romanos abrían al mediodía y cerraban al ponerse
el sol.
En los lugares destinados al baño había departamentos
separados para hombres y mujeres; si no había espacios separados, el
establecimiento abría unas horas al día para mujeres y otras para hombres.
En algunas ocasiones, durante el Imperio, se permitió el baño
conjunto a hombres y mujeres.
Ya no solo se realizaban los actos de limpieza y relajación,
así como aquellos medicinales cuando las aguas tenían propiedades curativas,
sino que se añadía un cuidado del cuerpo que incluía prácticas deportivas y un
ritual de masajes con diferentes sustancias como esencias y aceites especiales.
El nombre de termas se aplica por primera vez a unos baños
construidos por Agripa en el año 25 d. C. Nerón construyó unas termas en el
campo de Marte, hoy totalmente desaparecidas.
Las primeras termas de carácter monumental son las que inició Domiciano e inauguró Trajano, pero fueron ampliamente superadas por las de Caracalla, cuya inauguración tuvo lugar el año 216.
Las primeras termas de carácter monumental son las que inició Domiciano e inauguró Trajano, pero fueron ampliamente superadas por las de Caracalla, cuya inauguración tuvo lugar el año 216.
El uso de las termas se generalizó en el mundo romano a
partir del siglo I a. C., cuando se descubrió un sistema que permitía calentar
y distribuir el aire caliente gracias al ingeniero Cayo Sergio Orata. Su uso
fue difundido por el Imperio romano a toda Europa.
Las actuales ruinas de las termas romanas de Caracalla dan
idea del monumental tamaño del complejo termario que se extendía con servicios
como biblioteca o tiendas. Estas instalaciones, construidas alrededor del año
217, tenían un aforo de 1.600 usuarios.
Las termas de Diocleciano, otras de las importantes
instalaciones de este tipo de la capital del Imperio, fueron remodeladas por
Miguel Ángel que convirtió su tepidarium en la iglesia de Santa María de los
Ángeles.
Los restos termales romanos más antiguos de los que hay
noticia son las termas de Pompeya, datadas en el siglo II a. C.
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