“La vida es es eso que nos sucede mientras nos dedicamos a
hacer planes”.
Una frase interesante, que he oído atribuirse a tres
personas distintas y que en realidad no se de quien es.
Pero no por desconocer el autor deja de ser más cierta.
Y es que desde el día que somos conscientes de que estamos
en el mundo, de que somos personas individuales e independientes, no dejamos de
hacer planes…
Y la vida no deja de chafártelos.
Siempre digo que esta vida es un camino a recorrer…
¡¡¡Y siento una terrible envidia por las personas que son
capaces de saber muy claro por qué senda marchar!!
Porque yo siempre me pierdo.
Mi capacidad para orientarme es nefasta (mentalmente, la física
está muy bien).
He deshecho tantos planes, tantas veces que a ratos me
siento una fracasada.
Y seguramente lo sea, si pienso en la Esther en que me
quería convertir y en lo poco que se parece a la que está escribiendo esto.
Ayer cumplí 50 años…
¡¡¡ALA CUÁNTOS!!!
Y lo son si piensas en aquello del medio siglo y no sé cuántas
cosas.
Pero caray lo que me costó llegar hasta aquí sin desear no
hacerlo.
Lo que costó saber lo que sé ahora, y lo que me costará
aprender más.
Y le doy gracias a Dios por haber llegado a esto.
No tengo complejos de edad…
Considerando la alternativa a no cumplirlos, es una suerte
hacerlo…
Y en las condiciones en las que estoy yo.
El día 27 me dieron una noticia dura aunque largo tiempo
esperada.
Es necesario pasar por una intervención de cierta
envergadura pronto.
Y supongo que serán dos. Una por cada miembro.
Y me asusta la idea de entrar en un Quirófano (todos los
sanitarios tenemos pánico a ello) y de una larga rehabilitación que encima se
multiplicará por dos.
Al saberlo, una mezcla de miedo y de alegría me inundaron.
Ya era hora de que algún traumatólogo le hiciera caso a mis
pobres rodillas torcidas.
Es el inconveniente de “venir con defecto de fábrica”.
Había aparcado a la puerta de una residencia de mayores.
La misma a la que estuve llevando cada mañana a mi madre
cuando ella estaba en esta tierra.
“El cole” le llamaba ella.
Como a una niña pequeña, la dejaba en recepción, y me
quedaba un rato viendo como la llevaban a la sala de “juegos” a esperar al
resto del grupo.
Me marchaba a trabajar y por la tarde la traían en el
autobús, a la puerta de casa.
El jueves, al salir de mi consulta y con la noticia de que “sin
quirófano no podía seguir”, al ver la puerta de la Residencia recordé lo que
ella (y mi padre) pelearon por mis piernas torcidas.
Y di gracias porque 50 años más tarde ya tengo la solución…
Aunque me asusta.
Ayer cumplí 50 años… ya lo he dicho.
Y decidí esconderme del mundo y preocuparme de mi misma.
Todos tenemos fantasmas.
Nadie ve los tuyos, por tanto no los padece y no sabe lo que
molestan.
Como un dolor de estómago que no te deja vivir…que nadie
siente, pero que te hace cambiar de humor…
Y el mío ayer no estaba muy “católico”.
Porque los fantasmas llevan un rato molestando, y hace unos días
me dieron uno de los grandes disgustos de mi vida.
Comprendo que nadie lo entienda.
Son tus fantasmas.
Sólo los ves tú.
Imagino que a ratos, el resto de la humanidad dirá “ya está ésta
con sus neuras”.
Pero los fantasmas existen.
Cada uno ve los suyos, y los padece.
Y a veces mucho.
Decidí aislarme.
NO encerrarme en ninguna torre. Ya la vendí hace un tiempo
porque salía muy cara.
Todo empezó por una serie de prioridades.
Supongo que el sentirme fracasada, me hace pensar, en algún
lugar recóndito de mi corazoncito, que debo luchar por mantener a la gente a mi
lado.
Y he sido tan ignorante que he intentado ser el alma de la
fiesta.
Y para ello, cambiaba mis prioridades por las de los demás.
Adaptando mis necesidades a las de los demás…
Y dejando de ser yo misma, tal vez.
Este año, al cumplir fecha tan señalada (yo me siento igual
que con 49), me enfrenté a mis fantasmas, y traté de reírme de ellos.
Y se burlaron ellos de mí…
Y me hicieron pasar un mal trago, muy malo…del que aún me
repongo.
Me olvidé que la gente tiene sus prioridades y que yo les
acostumbré a que las mías no existían.
Ya en Noviembre tuve el primer aviso… pero no hice caso a
los fantasmas.
Y seguí adelante.
Como aquel Alonso de Quijano, intenté enfrentarme a los
gigantes, que al convertirse en molinos de viento me lanzaron por los aires y
me golpearon.
Mis amigos, esa gente que me ayuda a crecer cada día, no lo
entendieron.
Sancho no entendió al Quijote y su afán por luchar contra
fantasmas.
Pero los fantasmas existen.
Yo los veo… aunque ellos no.
Ya he dicho que solo son visibles para sus dueños.
No entendieron el sufrimiento por el que estaba (estoy)
pasando, aunque algunos lo respetaron.
Ayer me escondí.
Fue mi manera de enfrentarme a los fantasmas.
Tuve todo el día ocupado para no pensar en nada.
Una exposición de Cezanne por la mañana, una extensión de
pestañas a mediodía y de allí al cine a ver a George Clooney.
Vuelta a casa de mis hermanas y a cenar por ahí.
Sin coger teléfono ni ser felicitada.
Ayer mi prioridad era YO.
Y mis fantasmas, claro.
Y hemos quedado en que cada uno tiene las suyas, y los demás
tienen que respetarlas.
Yo lo hago.
Lo hice con Soria, aunque me enfadara.
Lo hago cuando la gente está muy ocupada y no puede coger el
teléfono.
Yo, sigo queriendo muchísimo a mis amigos (ellos saben a quién
me refiero), pero ayer mis miedos y temores tenían que ser escondidos con miles
de planes.
Y estuve muy ocupada.
Los fantasmas, tendrán que esperar al próximo año.
Vendrán otros, que intentarán recordarme mi sensación de
fracaso, y yo volveré a darles la espalda.
Porque siempre lo hice y lo seguiré haciendo.
Y ahora, debo estar fuerte para enfrentarme a la siguiente
prueba.
Ese quirófano en el que tanto me gusta trabajar y que tan
poco me gusta visitar como paciente.
Os quiero amigos.
A pesar de que algunos no lo entendais...
ResponderEliminarYo...
Os sigo queriendo y sois imprescindibles en mi vida.
Ocho meses después de lo escrito... sigo aprendendo.
ResponderEliminarAlgunas cosas que me gustan mas... otras que no me apetecía aprender...
Pero sigo adelante.
¡En la brecha!